31 de marzo: Rosa Luxemburgo (Chaxiraxi Escuela Cruz)








Rosa Luxemburgo (1871-1919)


Chaxiraxi Escuela Cruz*



“¡El orden reina en Berlín! ¡Estúpidos secuaces! Vuestro orden está construido sobre la arena. Mañana la revolución se levantará vibrante y anunciará con su fanfarria para terror vuestro: ¡yo fui, yo soy y yo seré!” 

El 15 de enero de 1919 Rosa Luxemburgo escribía sus últimas palabras antes de ser asesinada por un grupo de Freikorps, sicarios del ejército contrarrevolucionario bajo el beneplácito del gobierno socialdemócrata alemán. Su figura comprometida y valiente, así como una obra lúcida y apasionada, nos permiten encontrar en Luxemburgo uno de los exponentes más destacados del marxismo revolucionario y de la historia del movimiento socialista.

Nace en 1871 en la ciudad polaca de Zamosc y en el seno de una culta familia judía que supo dar soporte a un espíritu que ya desde muy joven mostraba incipientes rasgos de inteligencia y rebeldía. Siendo adolescente ingresó en el partido revolucionario Proletariat. Este temprano compromiso político la obligó abandonar Polonia para instalarse, como cientos de emigrados rusos y polacos, en Zúrich. Allí comienza estudios universitarios en filosofía, derecho y economía que concluirían con la defensa de su tesis doctoral El desarrollo industrial en Polonia. A partir de 1898 Alemania se convierte en el lugar de referencia de su actividad teórica y política, siempre ligada a la organización del movimiento obrero. 

Ingresa en el Partido Socialdemócrata alemán, principal organización política de la Segunda Internacional, y se convierte en una de las principales intelectuales del ala izquierdista del movimiento. Sin embargo, su pertenencia se vio interrumpida por la deriva reformista que caracterizó al partido. A ojos de Luxemburgo, el proyecto marxista se vio afectado por una lectura incompleta y reducida a un “enorme montón de escombros”, una amalgama de respuestas esclerotizadas sobre la historia, la sociedad o la economía. Su comprensión originaria como teoría revolucionaria y transformadora había sido desplazada por una lectura revisionista atenta únicamente a las mejoras graduales de las condiciones de la clase trabajadora. Estas posiciones fueron encendidamente contestadas por Luxemburgo en ¿Reformismo o revolución? (1899). Allí se mostraba partidaria del equilibrio entre la lucha por las reformas y la defensa de la revolución social: “La reforma legal y la revolución no son métodos distintos del progreso histórico que puedan elegirse libremente en el restaurante de la historia, como si fueran salchichas calientes y frías, sino que son momentos distintos en el desarrollo de la sociedad de clases que se condicionan y complementan uno a otro”

Sus brillantes y beligerantes discursos públicos, que la condujeron en tantas ocasiones a prisión, continuaban en sus textos políticos donde dejaba entrever su interés por una filosofía de la praxis siempre cercana a la experiencia de las luchas sociales. En 1913 publicó su obra más importante, La acumulación de capital, donde analizaba las consecuencias generadas por la expansión del capitalismo en territorios atrasados. 

Sin embargo, la peor traición de la Internacional socialista fue a ojos de nuestra filósofa el apoyo al imperialismo bélico. Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, el Partido Socialdemócrata votaba a favor de la declaración de guerra de Alemania sobre el imperio ruso. Decepcionada con la posición adoptada por el grupo parlamentario, Rosa Luxemburgo junto a Clara Zetkin, Karl Liebknecht y Franz Mehring fundan la Liga Espartaquista, y luego el Partido Comunista de Alemania. Sus análisis teóricos de esta época nos presentan interesantes contribuciones sobre el conflicto bélico, la lucha antimilitarista y el debate sobre el imperialismo. Acabar con la guerra sería entendido por la teórica polaca como un elemento indispensable en la lucha por el socialismo. Por eso, mientras cumplía pena de prisión por “insultos al Káiser” e incitación a la desobediencia, escribe el texto antibélico La crisis de la socialdemocracia alemana (1916), popularizado como el Folleto Junius por el pseudónimo que utilizó. Allí denunciaba la tibieza de la socialdemocracia, incapaz de atisbar el peligro que suponía el crecimiento de la carrera armamentística El imperialismo es entendido por Luxemburgo como el momento cúspide del dominio político del capitalismo, de ahí que la lucha por su abolición fuera al mismo tiempo la lucha por las condiciones del proletariado. “La locura solo cesará, el sangriento espectro infernal solo desaparecerá cuando los trabajadores de Alemania y Francia, de Inglaterra y Rusia acaben finalmente por despertarse de la borrachera, se den la mano y hagan callar tanto al coro bestial de los belicistas imperialistas como al sordo griterío de las hienas capitalistas”. Socialismo o barbarie, concluía.

No sigue en pie el Monumento a la Revolución que el arquitecto Mies van der Rohe dedicó a Rosa Luxemburgo y a Karl Liebknecht en el cementerio berlinés de Friedrichsfelde. Fue demolido por Hitler en 1935. Hoy una placa conmemorativa recuerda su lugar. Sin embargo, son muchos los rasgos de su pensamiento que nos muestran la actualidad de sus tesis, pese a los cambios que ha experimentado el sistema capitalista y el movimiento obrero: el vínculo irresistible entre capitalismo y expansión imperialista, la utilización del militarismo como elemento de perpetuación del dominio, o la urgencia de un movimiento de solidaridad internacional de los oprimidos. Clara Zetkin escribía tras la muerte de su amiga: “La única ambición grande y pura de esta mujer incomparable fue la de preparar la revolución que había de dejar el paso franco al socialismo”.






Chaxiraxi Escuela Cruz es profesora de filosofía moral en la Universidad de La Laguna.


Ilustración de Elena Gutiérrez Roecker

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