26 de marzo: Iris Murdoch








Iris Murdoch (1919-1999)


Margarita Santana de la Cruz



“(…) Desear lo bello es desear lo real y el Bien”. Esta frase podría pertenecer perfectamente a uno de los diálogos de las numerosas novelas de Iris Murdoch, pero forma parte de su estudio sobre Platón, The Fire and the Sun (1977). 

Conocía a esta autora como novelista, hasta que un día Manuel Liz me comentó que además de escritora era filósofa. A partir de ese momento comenzó mi indagación y búsqueda de sus obras, mi lectura de sus textos, mi sorpresa ante los hallazgos, mi descubrimiento.

Iris Murdoch nació en Dublín en 1919 y murió en 1999 en Oxford. Estudió en escuelas progresistas: en la Froebel Demostration School, de Londres, y en la Badminton School, de Bristol. Se matriculó, con diecinueve años, en el Somerville College, de Oxford, donde estudió literatura clásica, historia antigua y filosofía. Como postgraduada en el Newnham College de Cambridge estudió filosofía, teniendo como maestro a Wittgenstein. Formó parte, junto con Elizabeth Anscombe y Philippa Foot, del círculo de amistad del filósofo austriaco. Anscombe, Philippa Foot, Iris Murdoch y Mary Midgley, tal como señaló Manuel Liz en la entrada dedicada a Anscombe, “forman un conjunto distinguido de autoras que constituye a mediados del siglo pasado un caso único de escuela filosófica formada sólo por mujeres”. 

Entre 1948 y 1963 fue profesora en el St. Anne´s College de Oxford, así como en el Royal College of Arts desde 1963 a 1967. Escritora y filósofa. ¿Cabe plantearse qué primaba sobre qué? ¿Filósofa profesional y novelista vocacional? ¿A la inversa? Mi sensación es que con Murdoch no caben estas preguntas. De hecho, hay un entrelazamiento entre ambas actividades que puede ser descrito en sus propios términos: “Un cuidadoso uso de las palabras, responsable y hábil, es el más elevado instrumento de nuestro pensamiento y uno de nuestros más elevados modos de ser” (1977; 127). Instrumento de la filosofía, instrumento de la literatura. En 1954 publicó su primera novela, Under the Net (considerada por la revista Time como una de las cien mejores novelas de la literatura inglesa del siglo XX), pero en 1953 ya había publicado un ensayo sobre Sartre, Sartre: Romantic Rationalist, el primer estudio inglés sobre este filósofo. Resulta llamativo, así mismo, que tras abandonar su relación institucional con la filosofía escribiera dos de sus ensayos más importantes: The Sovereingnity of Good (1970), y el ya citado The Fire and the Sun (1977), publicado un año antes de su novela The Sea, the Sea, por la que obtuvo el Booker Prize. En 1987 publica Acastos: Two Platonic Dialogues. En 1992 Metaphysics as a Guide to Morals, que reúne los textos de las Gifford Lectures pronunciadas en 1982 en Edimburgo; y en 1997, Existentialits and Mystics: Writings on Philosophy and Literature, editado por P. Conradi, una recopilación de sus ensayos desde 1950 hasta 1986. En ese mismo año, 1997, fue galardonada con el Golden Pen Award por toda su carrera. Falleció dos años después.

“Una fe ingenua en la ciencia, junto con la suposición de que todos somos seres racionales y totalmente libres, engendra una peligrosa falta de curiosidad acerca del mundo real, nos impide aquilatar lo difícil que es conocerlo” (1997;294). 

Conocer el mundo. Conocer la realidad. La filosofía de Murdoch abarca su original planteamiento de las relaciones entre la filosofía y la literatura, sus ideas sobre el arte y la religión, y sus reflexiones sobre filosofía moral. En los dos primeros ámbitos, en un diálogo continuo sobre todo con Platón, Kant, Wittgenstein o Weil, y también con Dante, Tolstoi, o Shakespeare: “El arte, como (en opinión de Platón) la filosofía, se cierne en el aire límpido que respiramos justo más allá de lo que ha sido expresado” (1977; 124). O también: “El arte engaña a la vocación religiosa en el último momento, y es hostil a las categorías filosóficas. Pero ni la filosofía ni la teología pueden prescindir del arte; ha de darse un pacto entre ellas como el pacto entre razón y placer del Filebo” (1977; 127). En el tercer ámbito, con una visión crítica de Kant, del existencialismo, del conductismo, del utilitarismo, y de autores contemporáneos suyos como R. M. Hare o S. Hampshire. La filosofía moral de nuestra autora, definida como “realismo moral” o “naturalismo moral”, presta especial atención a las virtudes y a la percepción moral.

El trabajo filosófico de Murdoch estuvo influenciado por Simone Weil, de quien adopta el concepto de “atención” y de “vacío”, y con quien comparte la idea de la relevancia filosófica de “la imaginación”. Su otra influencia destacable es la de Platón, de quien toma y refuerza la idea de la realidad del Bien y a partir del cual entenderá la vida moral como un camino  que va de la ilusión a la realidad. Frente a una filosofía moral centrada en la idea de un sujeto absolutamente libre respecto al cual sólo resultan relevantes cuestiones como la voluntad y la elección, Murdoch enfatiza la importancia de la estructura de la acción y de las capacidades humanas, incluyendo la percepción, la imaginación y el autoconocimiento; esto es, el concepto de persona, de la propia vida, y de la vida interior, elementos imprescindibles para la acción moral. La actividad mental es agencial, los conceptos son capacidades que podemos aprender y ejercitar en actos de pensamiento y de percepción, y que podemos modificar y refinar a través de la imaginación y el diálogo. Idea vertebradora de su reflexión es también la de atención: cómo aprendemos a ver y a concebirnos mutuamente. 

En The Sovereingnity of Good, un crítico, lúcido y perspicaz diálogo con los enfoques y autores señalados, expone, a través de un ejemplo que podríamos considerar paradigmático de su posición, lo que es el núcleo de la misma: M, una suegra, tiene una cierta concepción –negativa- de su nuera, N. El que la considere negativamente (vulgar, ordinaria, indigna de su hijo) no es algo que deja traslucir en su comportamiento. En todo momento su trato con ella es exquisito, ninguno de sus actos revela la verdadera visión que tiene de N. Sin embargo, comienza a plantearse que sus sentimientos y pensamientos son indignos, que es probable que sean los celos lo que está detrás de su visión, o un deseo desmesurado de aferrarse a su hijo. Así que se impone la tarea –moral- de cambiar la visión que tiene de N: nuevas imágenes irán sustituyendo a las primeras a medida que pasa el tiempo. Intenta ver a su nuera justamente, amorosamente, y así M es moralmente activa. Como señala Murdoch (1970; 34): “La independencia de M respecto de la ciencia y del “mundo de los hechos” que la filosofía empirista ha creado en la imagen científica no sólo descansa en su voluntad cambiante sino en su mente observadora y cognoscente”.

La imaginación, la visión, “la vida interior” son importantes para la acción moral. Los descubrimientos sobre el mundo, la visión del Bien, la de los otros que no son yo, suponen la concurrencia de todos estos elementos. La imaginación es “la habilidad para ver la otra cosa, lo que se podría denominar, para usar términos pasados de moda, la naturaleza, la realidad, el mundo (…) La imaginación es un tipo de libertad, una habilidad para percibir y expresar la verdad” (1997; 255).
Leamos a Murdoch y pensemos e imaginemos con ella.










Ilustración de Elena Gutiérrez Roecker 

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