2 de marzo: Moira Gatens (Myriam Hernández Domínguez)









Moira Gatens (1954)


Myriam Hernández Domínguez*



La filosofía de Moira Gatens irrumpe en los años noventa del siglo XX con su relectura feminista de Spinoza y reivindicando la importancia de una concepción no psicoanalítica e inmanente de la diferencia sexual. Las más jóvenes hemos accedido a la revolución feminista australiana protagonizada por Moira Gatens y Genevieve Lloyd, entre otras, a partir de la filosofía de Rosi Braidotti y de las teóricas neomaterialistas contemporáneas. Su célebre Imaginary Bodies: Ethics, Power and Corporeality (1996) no deja indiferente a quienes hemos tenido el placer de acceder a la frescura y profundidad de un texto que tiene al cuerpo como foco principal de análisis. Esta obra recoge gran parte de las ideas que desarrollará, con mayor precisión, en otras como Collective Imaginings: Spinoza, Past and Present (1999) o Spinozas Hard Path to Freedom (2011). En todas ellas Gatens, y aquí reside el enorme valor de su pensamiento, nos invita a vivir nuestro cuerpo, a pensar sobre las implicaciones físicas y sociales de nuestra propia corporalidad femenina. Sin embargo, aquí expondré aquello que más me fascinó de su pensamiento, su consideración en torno a la diferencia sexual.

Moira Gatens se ha convertido en una de las voces de referencia para quienes nos interesamos por el creciente movimiento de los Nuevos Materialismos, tanto por su atenta lectura spinozista, como por sus consideraciones sobre la distinción sexo/género esbozadas en su texto del noventa y seis. Su desafío al dualismo mente/cuerpo, fruto de su compromiso con el monismo y la inmanencia spinozista, le lleva a cuestionar tantos otros binarismos como el de sexo/género. Los análisis feministas de corte psicoanalítico desarrollados a partir de la segunda ola, en su esfuerzo por determinar los fundamentos de la diferencia sexual, parecían reforzar la distinción sexo/género. En lugar de plantearse como una pregunta, la distinción entre sexo y género se transformó en debate. Gatens pone de manifiesto que las feministas tendían a posicionarse a un lado u otro de esta supuesta división: o bien el sexo era una esencia a-histórica y determinante o bien era simplemente el efecto de una representación totalmente arbitraria y desencarnada (Gatens 1996) La pregunta para Gatens no era entonces cómo se diferencian los sexos sino, más bien si existen diferentes modalidades de diferenciación sexual debido a la especificidad de los diferentes cuerpos (Groz, Volatile Bodies. Toward a corporeal feminism, 1994).

Frente a las consideraciones relativas a la maleabilidad del género, tanto Gatens como Lloyd insisten en la relevancia de la diferencia sexual fundamentada y entendida como actualización encarnada y situada de la diferencia. En su firme posición monista, Gatens apunta hacia el dualismo que subyace en la distinción entre el sexo y el género, donde uno es entendido como matriz del otro. Esto implicaría, también, en palabras de Braidotti, una oposición a cualquier proyecto político que tenga como objetivo “deshacer el género”, lo que significaría, a su vez, deshacer los cuerpos. (Braidotti, Nomadic Theory, 2011) El binarismo mente/cuerpo alimentaría, según Gatens, el de sexo/género, considerando las capacidades corporales de cada sexo como algo fijo y dado. Ante esto, la autora propone una re-naturalización del sexo y el género. Las diferencias están constituidas en una red de capacidades, potencias relacionales y afectos. Siguiendo la estela spinozista, la autora insiste en qué si la relación entre mente y cuerpo no puede ser causal porque ambos son atributos de una misma sustancia, el sexo debe ser género expresado o puesto de manifiesto a partir del atributo de la extensión. Es decir, el sexo sería una organización extensiva particular de las potencias materiales y capacidades del cuerpo, mientras que el género equivaldría a las potencias afectivas y afectos del cuerpo. De modo que el género es ambos, “la potencia y el afecto de una cierta modificación del atributo de la extensión” (Gatens, 1996) 

Esta desafiante e ingeniosa consideración de la corporeización hace que Gatens dote de dinamismo a las categorías clásicas de “sexo” y “género”, concibiéndolas como extensivas (sexo) e intensivas (género). Sexo y género entendidos como descripciones paralelas de la naturaleza. El uno no causa al otro. El cuerpo o sexo no es matriz el género. Si comprendemos el género como los afectos y disposiciones, que son el paralelo intensivo de una cierta organización extensiva de cuerpos sexuales, este puede ser entendido en los términos de la comprensión imaginativa que poseemos en torno a la especificidad de nuestra corporeización sexual e histórica. 

No cabe duda de que las consideraciones de Gatens en torno a la distinción sexo/género han generado y generan preguntas, debate y asombro. Entre ellas, y con la que les invito a seguir profundizando en su pensamiento, ¿cómo llevar este conjunto de consideraciones a la praxis política y social? 






Myriam Hernández Domínguez es investigadora en el programa de doctorado interuniversitario en Filosofía de la ULL.


Ilustración de Elena Gutiérrez Roecker

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