30 de marzo: Gladys Palau (Rafael Herrera González)








Gladys Palau (1937-2016)


Rafael Herrera González*



La filósofa argentina Gladys Palau ha sido encomiada en multitud de ocasiones, tanto en su faceta de docente de prestigiosos centros de educación superior, como la Universidad de Buenos Aires o la Nacional de La Plata, como en su vertiente de investigadora de la lógica y su filosofía. Su obra destaca por su fecundidad y por su excepcional calidad intelectual. Pero, si tuviera que destacar una sola virtud de sus escritos, resaltaría, sin duda, la capacidad que tienen para hacernos pensar por nosotros mismos sobre temas espinosos y centrales tanto de la lógica filosófica como de la filosofía de la lógica. Sapere aude!

Y, a propósito de Kant, es de sobra conocido que el filósofo de Königsberg dejó firmemente establecido en el Prólogo de la segunda edición de su Crítica de la razón pura que la lógica había nacido perfectamente acabada de manos de su creador, Aristóteles, lo cual atribuye a que se trata de una disciplina abstracta en la que “el entendimiento no se ocupa más que de sí mismo y de su forma”. En tiempos de Kant, la silogística aristotélica, junto con las aportaciones a la misma que se habían desarrollado durante la Edad Media, era lo que se consideraba como la lógica clásica. 

Contradiciendo la opinión de Kant, y especialmente a partir del pasado siglo, han proliferado multitud de sistemas lógicos alternativos, y hasta rivales, de lo que hoy consideramos la lógica (simbólica o matemática) clásica, esto es, todo sistema lógico equivalente al formulado en los Principia Mathematica de Russell y Whitehead (1910-1913). Al estudio de algunos de los sistemas lógicos divergentes de la lógica clásica dedicó Gladys Palau una parte considerable de su actividad como investigadora, lo que le llevó a defender una concepción pluralista de la lógica que, por su interés y agudeza, merece ser comentada aquí con algo de detalle.

En su defensa del pluralismo lógico, Gladys Palau discute las tesis de autores tan relevantes como W.V.O. Quine y Susan Haack. Para Quine no puede hablarse propiamente de rivalidad genuina entre sistemas lógicos, pues aduce que si se cambia el significado de las conectivas lógicas de un sistema, en realidad estamos cambiando de lógica, no creando sistemas lógicos rivales en un sentido auténtico. Los conflictos entre sistemas lógicos, su aparente rivalidad, asegura Quine, no se deben a otra cosa que a malas traducciones entre sistemas lógicos, y en particular en lo que se refiere al significado de las constantes lógicas de los sistemas formales en liza. 

En el presente contexto, cuando hablamos de sistemas lógicos rivales, nos estamos refiriendo a sistemas que no pueden ser sostenidos conjuntamente, pues son incompatibles entre sí, en tanto que unos sistemas formales entrañan principios o asunciones básicas que entran en clara contradicción con los de otros. Así, la lógica de la relevancia (que impone restricciones a la implicación lógica) o la lógica intuicionista (que rechaza el principio del tercero excluido), y que son lógicas divergentes o restricciones de la lógica clásica, serían claramente, en el sentido anteriormente apuntado, rivales de esta última.

Susan Haack, a diferencia de Quine, sustenta la tesis de que existen sistemas lógicos divergentes que pueden ser contemplados como rivales, y, en particular, hay sistemas lógicos genuinamente rivales de la lógica clásica. Es más, Haack sostiene que es posible un cambio global de lógica, y, en concreto, es posible (y hasta interesante) un cambio de la lógica clásica por otro sistema lógico rival de esta. Esto significaría que la naturaleza de la lógica no es inalterable, sino que es revisable; pero, eso sí, Susan Haack siempre hace referencia a un cambio global de una lógica por otra alternativa, nunca a un cambio parcial en el que convivan distintos sistemas lógicos rivales entre sí; y los argumentos que al respecto presenta son variados, pero quizá uno de los más relevantes es que, de no ser así, es decir, de admitir cambios parciales de unos sistemas formales por otros, la validez de los principios lógicos dejaría de ser universal, para hacerse dependiente del contexto.

En su debate con las tesis de Quine y de Susan Haack, Gladys Palau configura su particular visión del pluralismo lógico, de acuerdo con el cual, el hecho de que existan multitud de sistemas divergentes (o desviados, o restricciones) de la lógica clásica, no implica que dichos sistemas sean realmente rivales (en el sentido señalado anteriormente) de la lógica clásica, ni mucho menos que sean rivales entre sí. Ni tampoco hay, como defendiera Susan Haack, razones de peso para emprender un cambio global de lógica (entiéndase aquí de “la lógica clásica). Palau admite que existe una verdadera pluralidad de lógicas, esto es, que hay multitud de sistemas divergentes (o desviados) respecto a la lógica clásica que deben ser considerados genuinos sistemas lógicos, los cuales son válidos en distintas áreas o dominios del discurso. Así, existen dominios del discurso en los que los recursos que nos proporciona la lógica clásica resultarían del todo insuficientes o inapropiados, por lo que tendríamos que recurrir a una lógica divergente que fuera adecuada para dicho contexto. Un dominio del discurso, apunta Palau, viene determinado por un tipo de enunciados que presentan unas propiedades que les son características en cuanto al significado de los términos lógicos, las condiciones de verdad de los propios enunciados y el particular concepto de deducción lógica peculiar de dicho dominio. 

Así pues, Gladys Palau se aleja tanto de Quine, al aceptar que existen sistemas divergentes de la lógica clásica que pueden considerarse realmente rivales de la misma (y que pueden coexistir en diferentes dominios del discurso), como de Susan Haack, al defender que sí son posibles reformas locales de la lógica y la aplicabilidad limitada de los principios lógicos a determinados dominios. 

Gladys Palau es consciente de que su propuesta de pluralismo lógico abre multitud de cuestiones filosóficas, y en particular relacionadas con la fundamentación filosófica de la lógica, a las que es necesario atender para que su concepción resulte realmente aceptable y se asiente sobre sólidos pilares teóricos. Una de estas cuestiones, y a mi juicio la más importante, es la de si la concepción de Palau nos conduce o no, irremediablemente, a la aceptación de alguna suerte de relativismo lógico. Nuestra autora considera que no, que el pluralismo lógico por ella defendido no aboca irremisiblemente en el relativismo. En este punto Gladys Palau conecta su pluralismo lógico con el pluralismo cognitivo defendido en ciencias cognitivas. De acuerdo con este último, diferentes sujetos (de diferentes culturas, pongamos por caso) pueden desarrollar sistemas de razonamiento diferentes e igualmente válidos, pues a cada uno de ellos estaría adaptado a su particular contexto de aplicación. El pluralismo cognitivo no pocas veces se interpreta como un tanto a favor de la tesis del relativismo lógico, en tanto que pondría de manifiesto que no existe algo así como una racionalidad transcultural expresada en términos de principios lógicos universales. Pero Palau propone una interpretación alternativa y, a mi juicio, no exenta de interés: lo que realmente vendría a evidenciar el pluralismo cognitivo es que diferentes sistemas de razonamiento pueden resultar igualmente válidos o correctos para todo sujeto racional, lo cual constituye una sugestiva vía de escape del relativismo lógico. En todo caso, lo que Gladys Palau viene a postular es que las distintas capacidades cognitivas del ser humano se ajustan a diferentes dominios de razonamiento, por lo que cada sistema lógico (divergente) podría vincularse con estos diversos dominios, pudiendo también defenderse que la lógica clásica modelaría el nivel más general y universal del razonamiento.

Otro aspecto importante de la obra de Gladys Palau, y que aquí solo puedo dejar meramente esbozado, es la concepción psicologista que mantiene en relación con los sistemas lógicos que analiza. Así, respecto a la lógica intuicionista, subraya que investigaciones llevadas a cabo en ciencia cognitiva apuntan a que el intuicionismo parece estar a la base del aprendizaje y comprensión de ciertos conceptos matemáticos, como son la noción de cardinal infinito, límite o derivada. También pone de manifiesto que diversas investigaciones sobre el razonamiento deductivo propio de “la lógica natural o del sentido común” toman como base la lógica de la relevancia. Pero, quizá, la relación más llamativa es la que establece Palau, basándose en los trabajos de diversos autores, entre las lógicas paraconsistentes y la teoría freudiana del inconsciente. En este sentido, alude a F. G. Asenjo, quien propuso uno de los primeros sistemas de lógica paraconsistente, así como un sistema de lógica antinómica trivalente, en el que el tercer valor de verdad es interpretado como “verdadero y falso”. A este respecto, Palau nos dice que Asenjo, parafraseando a Freud, defiende que las ideas más contradictorias pueden coexistir y tolerarse mutuamente; en otras palabras, que en la vida mental del ser humano existen impulsos contrarios sin cancelarse ni disminuir. Por su parte, C. E. Caorsi sostiene que, de darse una negación en el inconsciente, tal y como éste se concibe en la teoría freudiana, no puede tratarse de la negación clásica, sino de una negación más débil como es la paraconsistente. En cualquier caso, recurriendo a estos puntos de vista Gladys Palau busca, sin duda, una motivación psicológica de las lógicas paraconsistentes y de su crítica al principio de no contradicción.

Concepciones psicologistas más o menos fuertes, en las que se viene a sostener que los principios de la lógica son las leyes del pensamiento, las encontramos en pensadores tan relevantes como Kant o Peirce. Pero las críticas de Frege al psicologismo contribuyeron extraordinariamente a extender la opinión de que la lógica nada tiene que ver con los procesos mentales (en tanto que estos últimos son subjetivos y privados, y, por ende, relativos, mientras que la lógica es objetiva y pública, y está dotada de una naturaleza universal). Palau, como señalé anteriormente, subraya que hoy es moneda común entre los lógicos la idea de que la lógica clásica es insuficiente o resulta inadecuada para ciertos dominios del discurso, aceptándose las lógicas divergentes de la lógica clásica como genuinos sistemas lógico-formales. El propio Frege, señala Palau, a pesar de su posición antipsicologista en la fundamentación de la lógica, no puede dejar de ver en la “lógica del sentido común” la génesis última de la lógica formal.

Las ideas que he venido glosando las desarrolla Gladys Palau en trabajos como “¿Una o varias lógicas?” (1986), “Pluralismo lógico y relativismo” (2001), “Frege y la controversia acerca del psicologismo” (2016) y, especialmente, en sus libros Introducción filosófica a las lógicas no clásicas (2002) y Lógicas condicionales y razonamiento de sentido común (publicado en 2004, junto a varios colaboradores). Todas ellas son lecturas de las que puede sacar gran provecho y estímulo intelectual todo aquel que, como quien esto escribe, sigue creyendo que la filosofía debe basarse en el rigor, el estudio meticuloso y atento, y, sobre todo, en el esfuerzo por superar los estrechos límites de lo convencional y lo que en cada momento constituye la moda pasajera marcada por quienes dominan, siquiera sea por su elevado número, la academia y los foros culturales oficiales.






Rafael Herrera González es licenciado en Filosofía por la Universidad de La Laguna.



Ilustración de Elena Gutiérrez Roecker
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