15 de marzo: Vandana Shiva










Vandana Shiva (1952)


José Manuel de Cózar



Vandana Shiva una filósofa cuyo papel como intelectual es notorio, pero que también es una reconocida activista en numerosas causas ambientales y de reivindicación de los derechos de las mujeres a nivel mundial. Nació y creció en la India a mediados del siglo XX, cuando los sistemas agrícolas tradicionales comenzaban a sufrir la presión de los nuevos modelos de producción empresariales provenientes de Occidente y más en concreto de la llamada “Revolución verde”, cuyas negativas consecuencias todavía se padecen. Su madre era granjera y su padre conservador de bosques. De ellos heredó su amor por la naturaleza, su defensa de la agricultura no industrial y su reivindicación del punto de vista y del trabajo de las mujeres en el mundo agrícola y en la conservación de los sistemas ecológicos.

Vandana Shiva colabora con grupos y organizaciones de todo el planeta que defienden la diversidad y la integridad de la agricultura y de los entornos naturales frente a las presiones que las multinacionales ejercen mediante las patentes de semillas, los monocultivos, el empleo intensivo de fertilizantes y pesticidas, los organismos modificados genéticamente, etc.  Ha participado en la creación de distintas organizaciones científicas, ambientales y educativas y asesorado a varios gobiernos, incluido el de la India.

Nuestra filósofa es una figura destacada del ecofeminismo. Entre otras experiencias, comenzó interesándose por el movimiento chipko, dándolo a conocer al mundo. Ese movimiento, que pervive en la actualidad y que está compuesto fundamentalmente por mujeres de una región de la India, se rebeló en los años setenta del siglo XX de forma pacífica contra la destrucción de los bosques y en general las agresiones al medio rural y natural.  Frente a los modelos patriarcales del “progreso”, que presionan a favor de los monocultivos, la uniformidad y la homogeneidad, las mujeres se encontrarían más vinculadas a la biodiversidad, de las que serían guardianas.

Me gusta Vandana Shiva, entre otras cosas, porque la considero un ejemplo perfecto de que resulta posible investigar cuestiones filosóficas y en general académicas sin “encerrarse en una torre de marfil”. Al contrario, ella ha aplicado gran parte de los conocimientos y la formación obtenida a enfrentarse a los problemas que ha encontrado en el lugar donde vino al mundo. Todo ello sin olvidar su proyección internacional, extendiendo sus puntos de vista y métodos a las situaciones que ha ido descubriendo en muchos otros países. 

Además de calurosos elogios, las obras de Vandana Shiva no se libran de recibir las más variadas críticas. Defiende posiciones consideradas “radicales” por muchos. La pintan como alguien que está en contra del progreso representado por la ciencia, la industria y la tecnología modernas. Dudo que esto sea así viniendo de una autora que estudió física y que hizo su doctorado en filosofía de la ciencia. De hecho, Shiva sostiene que es el paradigma agrícola industrial el que está obsoleto desde el punto de vista científico y no su apuesta por la agricultura ecológica, la conservación de las semillas tradicionales y la biodiversidad. Es cierto que algunas de sus afirmaciones y de los datos que maneja son controvertidos, como en el caso de su oposición al arroz dorado (producido mediante ingeniería genética) o del supuesto aumento de los suicidios entre los agricultores indios. Aunque los detalles de sus argumentos siempre puedan analizarse y discutirse críticamente, lo que compartimos cada vez más personas con ella es la idea de que la conjunción de la tecnología avanzada con el capitalismo global está llena de peligros de todo tipo y que hay que hacer lo que esté en nuestras manos para luchar contra esos peligros. 







Ilustración de Elena Gutiérrez Roecker 

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