Luna, F. (2008). Vulnerabilidad: la metáfora de las capas. Jurisprudencia Argentina, IV(1), 60-67.
Por Sheila García González *
Nacida en el año 1962 y licenciada en Filosofía en la universidad de la misma ciudad que la vio nacer, Buenos Aires, Florencia Luna es una célebre filósofa especialista en el área de la bioética. “Master of Arts” en la Universidad de Columbia en 1992 y cuatro años más tarde Doctora en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires, sus investigaciones se han dirigido al área biomédica con tal destreza que ha sido Consultora Temporaria de la Organización Mundial de la Salud y Consultora Oficial del Programa de Bioética de la Organización Panamericana de la Salud. Sin duda, su trayectoria resulta encomiable y pretender siquiera destacar sus logros más significativos en apenas unas líneas está destinado al fracaso. Un hecho que se impone a la realidad al pensar en el Premio Konex: Diploma al Mérito en Ética que recibía en el año 2006, con el cual se homenajea a las personalidades de mayor relevancia en la última década de las Humanidades, y, además, en la importancia que ha tenido su voz en la bioética, la cual traía de manera temprana al debate temáticas hasta entonces poco exploradas, al menos en lo que atañe a la academia hispanohablante, como es el caso del aborto.
La pertinencia del artículo escogido en esta ocasión se revela al atender a cómo en los últimos tiempos la vulnerabilidad ha cobrado suma importancia en diferentes áreas del conocimiento, debido, precisamente, a la multiplicidad de peligros a los que hace frente el ser humano en el escenario social, una atmósfera de incertidumbre y riesgos crecientes. En la ética de la investigación este concepto, que ha sido empleado de manera asidua para la identificación de determinadas clases de conjuntos humanos que dada su situación particular parecen requerir de una protección especial, no ha estado exento de críticas. Es en este terreno de análisis donde Florencia Luna abría el paso a una propuesta que, al trascender tanto el alcance como los modos de pensar o concebir la vulnerabilidad en esta materia, perseguía «refinar» esta herramienta conceptual operativa que consideraba de gran valor parala bioética.
La mirada de la filósofa
argentina sobre la vulnerabilidad a partir de la idea de capas responde a la
tendencia crítica en la ética de la investigación, la cual representada por Carole
Levine, Ruth Faden, Christine Grady, Dale Hammerschmidt, Lisa Eckenwiler y
Jeremy Sugarman, se encaminaba a poner en entredicho este concepto,
especialmente por su amplia capacidad de aplicabilidad, la cual podría implicar
una suerte de «superpoblación» de nuevos grupos vulnerables. Ante estos temores
a una colonización de la etiqueta de vulnerabilidad en el contexto de la
investigación, Luna sostenía de manera acertada que si bien todos y todas somos
vulnerables –en la medida que se trata de una condición antropológica–, el uso
de esta categoría en este campo se interrelaciona estrictamente con aquella
producida por la acción contingente o deliberada de otros y de instituciones
específicas de las que de manera ineludible se suele depender. Por ende, rechazar
esta herramienta por la asunción de una vulnerabilidad común intrínseca a la
condición humana resulta un desacierto en la medida que se corre el riesgo de evitar
los daños a los que ciertos individuos o conjuntos humanos se encuentran
sobreexpuestos.
Seguido de este argumento
rotulado por Luna como “sinsentido”, la autora postulaba otro concerniente a la
“compasión”. Ante los peligros de asociar a personas o grupos vulnerables con
sentimientos compasivos, advertía que el reconocimiento de la vulnerabilidad no
supone necesariamente reacciones de paternalismo o lástima, sino que, más bien,
esto puede resulta eficaz, por ejemplo, para el empoderamiento de aquellas y
aquellos que se encuentren en una relación de subordinación o de carencia de
recursos. Frente al “argumento de los estereotipos y las etiquetas”, la
especialista en bioética ponía de relieve la comprensión errónea de este
concepto, pues mediante sus consideraciones respecto al aspecto dinámico y
contextual de la vulnerabilidad quedaría de manifiesto que no se trata de un
mecanismo rígido que establece un estereotipo fijo sobre categorías completas
de individuos, sino que atiende a las circunstancias particulares que envuelven
a cada persona o situación que está siendo analizada en un contexto
determinado. Y en último lugar, frente al “argumento de la protección
insuficiente”, sostenía que a pesar de reconocer la deficiencia de la
identificación de la vulnerabilidad para mitigar los perjuicios, que conduce
más bien a exhortar al personal investigador y a los Comités de Ética de
Investigaciones a prestar “especial atención”, la vulnerabilidad a través de la
metáfora de las capas contribuye a proyectar diferentes modos de impedir o al
menos obstaculizar ciertas vulnerabilidades.
En este sentido, Florencia Luna escarbaba en la estructura de este concepto en aras de plantear elementos hasta entonces no considerados para ofrecer una respuesta más operativa y provechosa en el contexto de la investigación. Pensar la vulnerabilidad a partir de la idea de las capas significaba dotar a esta herramienta de una mayor flexibilidad al estipular que existen diferentes capas que actúan y, por consiguiente, diferentes vulnerabilidades. Las formulaciones de la filósofa argentina lograban trascender así la vulnerabilidad entendida como una condición permanente y arrojaba luz sobre la posibilidad de actuar e intervenir respecto a aquellas capas de vulnerabilidad que revisten a una persona e intensifican su sobreexposición a los perjuicios, a la desprotección, con el fin de diseñar mejores estrategias capaces de mitigar el impacto de las distintas vulnerabilidades. Qué duda cabe de que la propuesta teórica de Luna ha resultado de gran valor y ha influenciado los análisis venideros concernientes a la ética de la investigación. Lo que revela que su metáfora puede ser considerada, más que como una fórmula definitiva, como una propuesta funcional sobre el tipo de análisis que debe llevarse a cabo sin perder de vista que el telos es contribuir a mitigar los impactos negativos que intensifican la desprotección de aquellas personas disfrazadas con distintos mantos de inseguridad en la esfera social.
*Sheila García González es investigadora predoctoral en el programa de doctorado interuniversitario en Filosofía de la ULL.
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