Helen Longino (1944)
Inmaculada Perdomo
Helen Longino ha sido profesora de filosofía de la ciencia en las universidades de San Diego y Minnesota y, desde 2005, en la Universidad de Standford (donde es C.I. Lewis Professor in Philosophy), donde sigue en activo impartiendo cursos sobre filosofía de la ciencia, epistemología feminista y sobre las dimensiones sociales del conocimiento científico. Ganó, en 2014, el premio al mejor libro en Filosofía Feminista de la Ciencia otorgado por la Philosophy of Science Association por su texto Studying Human Behaviour (University of Chicago Press, 2013). Ha sido presidenta de la Philosophy of Science Association y ha recibido Doctorados Honoris Causa por la Universidad de Amsterdam en 2014 y por la de Turku (Finlandia) en 2016.
Es autora de los relevantes textos Science as Social Knowledge. Values and Objectivity in Scientific Inquiry (1990) y The Fate of Knowledge (2002), ambos publicados por Princeton University Press, en los que se propone dar sentido filosófico a la idea del conocimiento socialmente construido, centrándose en las prácticas cognitivas de la ciencia. El razonamiento evidencial, base del quehacer científico, tiene lugar en un contexto y es evaluado con respecto a objetivos y fines trazados. Las prácticas intelectuales del observar y el razonar no existen de forma pura, sino que son conformadas por los supuestos de fondo y los valores, constitutivos y contextuales. La investigación científica, argumenta, no está separada de los contextos sociales, políticos y culturales que la sustentan. Su posición constructivista evita, sin embargo, el relativismo. Definida como “empirismo contextual”, subraya que el hecho de reconocer la presencia de los valores, y los supuestos de fondo en el proceso de construcción de la ciencia, sólo es un problema en concepciones individualistas del método y el conocimiento científico. Por el contrario, una concepción social de la “objetividad” permite observar que son los procesos de interacción social de la comunidad científica la que convierte lo subjetivo en objetivo, los que determinan qué valores permanecen codificados en las teorías. Si estos son aceptables o no, depende de nuestra orientación y posición respecto a ellos, algo que la crítica feminista de la ciencia mostró desde hace décadas. “Dejar que los datos sugieran”, afirma nuestra autora, es la receta para reproducir los valores e ideología dominantes.
Es, precisamente, la infrarrepresentación de las mujeres y otros grupos minoritarios en el seno de las comunidades científicas lo que provoca que sus perspectivas o demandas no se tomen en cuenta. En los capítulos centrales de The Fate of Knowledge desarrolla las ideas avanzadas en Science as social Knowledge, e incide particularmente en las prácticas críticas dialógicas, en la interacción entre los sujetos agentes de la ciencia, como la vía adecuada para la construcción y legitimación o autorización del conocimiento. La observación y el razonamiento, elementos centrales conformadores del conocimiento son considerados prácticas sociales y dialógicas, esto es, son actividades que implican interacciones discursivas entre diferentes voces. Es en este punto donde su compromiso con el feminismo se hace evidente, ya que una de las condiciones para que este diálogo crítico sea efectivo, junto al escenario que lo hace posible (congresos, revistas…); los criterios de evaluación, que deben ser públicos, y que incorporan a los valores y a los criterios de cientificidad compartidos, entre otros; y ciertas vías para la eficacia causal de tal crítica, incluye el criterio que denomina “igualdad moderada” (“tempered equality”) y que refiere a la igualdad de autoridad intelectual. La diversidad de perspectivas, dotadas de autoridad epistémica, es necesaria para que el discurso crítico sea vigoroso y epistémicamente efectivo, por ello la exclusión histórica de las mujeres y las minorías raciales del mundo de la educación y profesión científica constituye, a juicio de Helen Longino, “no sólo una injusticia social sino un fallo cognitivo”. De esta forma, la ausencia de estas voces, devaluadas históricamente y ausentes de las prácticas de las comunidades científicas, implica que las asunciones compartidas por los miembros de éstas han estado libres del escrutinio crítico. El consenso en el marco de las comunidades no debe ser el resultado del ejercicio de la imposición de una perspectiva dominante, del poder político o económico, o de la exclusión de las perspectivas disidentes, sino el producto de un diálogo crítico en el que todas las perspectivas relevantes estén representadas. Las voces diferentes, afirma en claro estilo feyerabendiano, no sólo deben ser toleradas, sino que deben ser cultivadas.
Esta “epistemología modesta” como es denominada por Helen Longino, al estar pensada para seres humanos actuales y empíricos y para una ciencia real y presente, no para sujetos de ciencia ideales y futuros, desarrolla una visión del conocimiento socializada, no sociologizada, como ella nos advierte, que integra en vez de dicotomizar la racionalidad y la naturaleza social del conocimiento. Es una epistemología cuyas nociones normativas centrales son las de aceptabilidad epistémica y conformidad, término general que refiere al éxito epistemológico del contenido, e implica las nociones de contextualidad, pluralidad, provisionalidad, parcialidad, y complejidad del conocimiento científico. Una imagen de la ciencia y unas actitudes hacia ella que están en el centro de la propuesta epistemológica de Helen Longino, y que bautizada hace más de una década, como empirismo contextual, prefiere llamar ahora “empirismo feminista crítico y contextual”, subrayando esta característica básica del proceso dialógico de diferentes voces a través del cual se genera y legitima provisionalmente el conocimiento científico en las comunidades plurales.
En “Feminismo y Filosofía de la Ciencia” (Journal of Social Philosophy, 21, 1990) afirma que el hábito de fundamentar los estereotipos acerca de los géneros en el lenguaje científico de la época (desde el calor vital de Aristóteles hasta las hormonas y los hemisferios cerebrales de nuestro tiempo) convierte la ciencia de las diferencias sexuales en un objeto ideal de análisis feminista, un objeto cuyo examen cuidadoso puede revelar aspectos de los mecanismos tanto de la construcción del conocimiento como de la construcción del género. En esta tarea, argumenta Longino, el análisis feminista hace causa común con el análisis filosófico, que, en algunas de sus tendencias, también está comprometido con la comprensión y límites de las capacidades cognitivas humanas y con la des-fundamentación de afirmaciones de conocimiento extravagantes.
Helen Longino, aún activa en la investigación y la docencia, sigue desarrollando una Epistemología social real que centra su atención en las interacciones entre los agentes cognitivos, una “network epistemology”, que nos permite reconocer el carácter social y contextual del conocimiento, al tiempo que defiende un pluralismo teórico y evita el relativismo afirmando que nuestras teorías mantienen un grado de conformidad con el mundo, o adecuación empírica. Esto hace que podamos afirmar que nuestro conocimiento acerca de él es genuino, pero siempre revisable, abandonando los ideales de certeza y de permanencia del conocimiento. Algo que sólo puede ser positivo y que estimula la investigación constante y la formulación de nuevas preguntas.
Desde hace años, he incorporado al programa de la asignatura Filosofía de la Ciencia del Grado en Filosofía, así como a los programas que imparto en varios másteres, a esta importante filósofa de la ciencia. Sus contribuciones a los más importantes debates en el seno de la filosofía de la ciencia han convertido a esta en una disciplina apasionante, compleja y sensible al papel de los valores en el proceso de construcción y legitimación social de la ciencia. Valores que no son eliminables, porque no contaminan la práctica científica, sino que la hacen posible.
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