Sandra Laugier (1961)
David Pérez Chico*
Quiero compartir las razones que me hacen pensar que la filósofa francesa Sandra Laugier es una de las filósofas más interesantes del panorama filosófico europeo actual. Son exactamente dos razones. La primera está relacionada con lo que me llevó hasta su obra hace más o menos diez años: nuestro mutuo interés por el pensamiento de Stanley Cavell. La segunda es realmente una suerte de destilado de la primera.
Efectivamente, Sandra Laugier es principalmente conocida por su papel de introductora del pensamiento de Stanley Cavell en Francia (ha traducido nueve de sus libros). Pero si no profundizamos más correremos el riesgo de no reconocer la singularidad del pensamiento de Laugier. Entonces, a partir de Cavell sí, qué duda cabe, pero a diferencia de la gran mayoría de comentaristas y exegetas de la obra de Cavell, nuestra autora no se limita a identificar las claves de la misma para luego repetirlas con otras palabras o en otros contextos, sino que ella interiorizó esas claves de una manera que, por paradójico que pueda parecer, es la única que le podía permitir escapar de la enorme atracción que ejerce el campo gravitacional del planeta Cavell y no quedar reducida a un mero satélite del mismo. Digamos que, aunque localizado a no mucha distancia de la región del firmamento filosófico ocupado por Cavell (y por Wittgenstein, y por Austin…), el pensamiento de Laugier ha dado lugar a una nueva constelación de líneas de investigación filosóficas que brilla con luz propia. Todas estas líneas, a su vez, giran en torno a una personalísima apropiación y reivindicación de la filosofía del lenguaje ordinario. Añadiré algo a este respecto más abajo. Antes me gustaría zanjar los aspectos más formales de mi presentación.
Sandra Laugier cursó sus estudios de filosofía en la Universidad de la Sorbona y en la Universidad de Harvard. Desde 2010 es profesora (“clase exceptionnelle”) de filosofía en la mencionada Universidad de la Sorbona, a la que regresó tras haber ocupado distintos cargos docentes en las universidades de Rennes y Picardie Jules-Verne. Es autora de más de 150 artículos y 12 libros (a los que habría que sumar otros 18 en calidad de editora o coordinadora y 15 traducciones). Sus primeros pasos filosóficos la condujeron hacia la filosofía analítica y más concretamente hacia la obra de Quine, a la que dedicó su tesis doctoral (L'apprentissage de l'obvie : le point de vue logique dans la philosophie de W. V. Quine). Pero es necesario apuntar que ya desde muy pronto se propuso denunciar una imagen mítica de la filosofía analítica, fomentada principalmente en Francia y con la que se suele asociar a todo el pensamiento anglo sajón. En su tesis quiere mostrar que esta imagen no se corresponde con el trabajo de Quine, gigante entre los gigantes analíticos. Con el tiempo sus intereses fueron aumentando en número y se hicieron más diversos. Destacan de manera especial sus esfuerzos reivindicar la importancia de la filosofía del lenguaje ordinario dentro de la tradición analítica (son muchos los trabajos que ha publicado sobre Austin y sobre Wittgenstein).
Laugier ocupa desde hace más de diez años cargos de mucha responsabilidad en las instituciones educativas más importantes de su país (como por ejemplo el CNRS y la Agencia Nacional para la investigación) y en la Comisión Europea. Es miembro de la Legión de Honor desde 2014 y de la Academia Europea desde 2015. Y todos los años, al menos desde que es profesora en la Sorbona, organiza algún congreso o seminario nacional o internacional. Como por ejemplo el que organizó hace dos años en París en honor de Stanley Cavell que fue, hasta donde yo sé, el último al que asistió el filósofo norteamericano cuya salud por aquel entonces ya era muy delicada. En ese mismo congreso tuve la oportunidad y la suerte de conocer a Sandra Laugier en persona. De aquella ocasión aún recuerdo su energía (es una mujer infatigable) y su dominio de la situación (aunque siempre adoptando un perfil bajo que, sin embargo, no admite dudas sobre quién es la persona a la que hay que consultar en caso de duda).
Volviendo a las líneas de investigación que atraviesan la obra de Laugier, añadiré que giran en torno a tres ejes que a su vez se apoyan sobre su influyente recepción de la filosofía del lenguaje ordinario tal cual la practicaron Austin, Wittgenstein y Cavell. El primero de estos ejes es el que podríamos describir como una estética de lo ordinario y se caracteriza por enfatizar la importancia de la cultura popular. A este respecto, Laugier ha desarrollado un método nuevo de escribir filosóficamente sobre el cine y las series y los programas televisivos. Y esto no solo en sus escritos más académicos, sino que desde hace algunos años escribe artículos de opinión y de crítica cultural en el diario Libération. Así, por ejemplo, en el artículo del 3 de enero de 2019 repasa el papel de las actrices protagonistas de 18 series televisivas y observa una evolución positiva en la construcción de esos papeles, siendo así que le parece que se trata de la mejor prueba del gran avance producido después de la ola #MeToo. Opina Laugier que el análisis de estas series y el papel de las protagonistas una buena manera de revisar cuestiones como la del “cuidado” y la de la “interseccionalidad” sin demasiado esfuerzo. En el momento de escribir esta breve apología, su última publicación es del 28 de febrero de 2019 y lleva por título “Oscars: le black, le Green et ‘Miss Daisy II’”. En ella podemos leer una interesante crónica de la ceremonia de entrega de los últimos premios de la Academia cinematográfica norteamericana en la que nuestra autora defiende que contrariamente a lo que parecen sugerir las apariencias, la discriminación por edad, el sexismo y el racismo siguen presentes en los Oscar.
El segundo de los ejes filosóficos en torno a los que giran sus líneas de investigación es el que podríamos describir como una ética de lo ordinario. Me refiero aquí a que nuestra autora habría sido una de las principales responsables de la popularización de una ética del cuidado al tiempo que ha sentado las bases de una comprensión de la filosofía moral como si, en general, el foco de su atención tuviera que estar puesto sobre los detalles de nuestra vida cotidiana.
El tercer eje es el que podríamos describir como una política de lo ordinario. En torno a este giran principalmente una serie de trabajos pioneros sobre desobediencia civil, democracia radical y populismo. La idea que defiende en estos trabajos es que la desobediencia civil es la verdadera base de una democracia –radical– saludable.
Termino con la segunda de las razones que apunté al comienzo de mi escrito. Se trata, como ya dejé dicho arriba, de una suerte de destilado de todo lo anterior, algo así como el leitmotiv que atraviesa toda su obra, o una parte significativa de la misma y sobre lo que también ha publicado algunos trabajos muy interesantes y sugerentes, a saber: que el punto de partida de cualquier investigación, filosófica o de otra naturaleza, pero también la base de toda convivencia saludable, debe ser una adecuada consciencia de la importancia de la importancia, de lo que tenemos por importante. ¿Y por qué es esto importante? Pues principalmente porque lo que más distorsiona nuestras vidas es un sentido distorsionado de lo que es importante.
Efectivamente, Sandra Laugier es principalmente conocida por su papel de introductora del pensamiento de Stanley Cavell en Francia (ha traducido nueve de sus libros). Pero si no profundizamos más correremos el riesgo de no reconocer la singularidad del pensamiento de Laugier. Entonces, a partir de Cavell sí, qué duda cabe, pero a diferencia de la gran mayoría de comentaristas y exegetas de la obra de Cavell, nuestra autora no se limita a identificar las claves de la misma para luego repetirlas con otras palabras o en otros contextos, sino que ella interiorizó esas claves de una manera que, por paradójico que pueda parecer, es la única que le podía permitir escapar de la enorme atracción que ejerce el campo gravitacional del planeta Cavell y no quedar reducida a un mero satélite del mismo. Digamos que, aunque localizado a no mucha distancia de la región del firmamento filosófico ocupado por Cavell (y por Wittgenstein, y por Austin…), el pensamiento de Laugier ha dado lugar a una nueva constelación de líneas de investigación filosóficas que brilla con luz propia. Todas estas líneas, a su vez, giran en torno a una personalísima apropiación y reivindicación de la filosofía del lenguaje ordinario. Añadiré algo a este respecto más abajo. Antes me gustaría zanjar los aspectos más formales de mi presentación.
Sandra Laugier cursó sus estudios de filosofía en la Universidad de la Sorbona y en la Universidad de Harvard. Desde 2010 es profesora (“clase exceptionnelle”) de filosofía en la mencionada Universidad de la Sorbona, a la que regresó tras haber ocupado distintos cargos docentes en las universidades de Rennes y Picardie Jules-Verne. Es autora de más de 150 artículos y 12 libros (a los que habría que sumar otros 18 en calidad de editora o coordinadora y 15 traducciones). Sus primeros pasos filosóficos la condujeron hacia la filosofía analítica y más concretamente hacia la obra de Quine, a la que dedicó su tesis doctoral (L'apprentissage de l'obvie : le point de vue logique dans la philosophie de W. V. Quine). Pero es necesario apuntar que ya desde muy pronto se propuso denunciar una imagen mítica de la filosofía analítica, fomentada principalmente en Francia y con la que se suele asociar a todo el pensamiento anglo sajón. En su tesis quiere mostrar que esta imagen no se corresponde con el trabajo de Quine, gigante entre los gigantes analíticos. Con el tiempo sus intereses fueron aumentando en número y se hicieron más diversos. Destacan de manera especial sus esfuerzos reivindicar la importancia de la filosofía del lenguaje ordinario dentro de la tradición analítica (son muchos los trabajos que ha publicado sobre Austin y sobre Wittgenstein).
Laugier ocupa desde hace más de diez años cargos de mucha responsabilidad en las instituciones educativas más importantes de su país (como por ejemplo el CNRS y la Agencia Nacional para la investigación) y en la Comisión Europea. Es miembro de la Legión de Honor desde 2014 y de la Academia Europea desde 2015. Y todos los años, al menos desde que es profesora en la Sorbona, organiza algún congreso o seminario nacional o internacional. Como por ejemplo el que organizó hace dos años en París en honor de Stanley Cavell que fue, hasta donde yo sé, el último al que asistió el filósofo norteamericano cuya salud por aquel entonces ya era muy delicada. En ese mismo congreso tuve la oportunidad y la suerte de conocer a Sandra Laugier en persona. De aquella ocasión aún recuerdo su energía (es una mujer infatigable) y su dominio de la situación (aunque siempre adoptando un perfil bajo que, sin embargo, no admite dudas sobre quién es la persona a la que hay que consultar en caso de duda).
Volviendo a las líneas de investigación que atraviesan la obra de Laugier, añadiré que giran en torno a tres ejes que a su vez se apoyan sobre su influyente recepción de la filosofía del lenguaje ordinario tal cual la practicaron Austin, Wittgenstein y Cavell. El primero de estos ejes es el que podríamos describir como una estética de lo ordinario y se caracteriza por enfatizar la importancia de la cultura popular. A este respecto, Laugier ha desarrollado un método nuevo de escribir filosóficamente sobre el cine y las series y los programas televisivos. Y esto no solo en sus escritos más académicos, sino que desde hace algunos años escribe artículos de opinión y de crítica cultural en el diario Libération. Así, por ejemplo, en el artículo del 3 de enero de 2019 repasa el papel de las actrices protagonistas de 18 series televisivas y observa una evolución positiva en la construcción de esos papeles, siendo así que le parece que se trata de la mejor prueba del gran avance producido después de la ola #MeToo. Opina Laugier que el análisis de estas series y el papel de las protagonistas una buena manera de revisar cuestiones como la del “cuidado” y la de la “interseccionalidad” sin demasiado esfuerzo. En el momento de escribir esta breve apología, su última publicación es del 28 de febrero de 2019 y lleva por título “Oscars: le black, le Green et ‘Miss Daisy II’”. En ella podemos leer una interesante crónica de la ceremonia de entrega de los últimos premios de la Academia cinematográfica norteamericana en la que nuestra autora defiende que contrariamente a lo que parecen sugerir las apariencias, la discriminación por edad, el sexismo y el racismo siguen presentes en los Oscar.
El segundo de los ejes filosóficos en torno a los que giran sus líneas de investigación es el que podríamos describir como una ética de lo ordinario. Me refiero aquí a que nuestra autora habría sido una de las principales responsables de la popularización de una ética del cuidado al tiempo que ha sentado las bases de una comprensión de la filosofía moral como si, en general, el foco de su atención tuviera que estar puesto sobre los detalles de nuestra vida cotidiana.
El tercer eje es el que podríamos describir como una política de lo ordinario. En torno a este giran principalmente una serie de trabajos pioneros sobre desobediencia civil, democracia radical y populismo. La idea que defiende en estos trabajos es que la desobediencia civil es la verdadera base de una democracia –radical– saludable.
Termino con la segunda de las razones que apunté al comienzo de mi escrito. Se trata, como ya dejé dicho arriba, de una suerte de destilado de todo lo anterior, algo así como el leitmotiv que atraviesa toda su obra, o una parte significativa de la misma y sobre lo que también ha publicado algunos trabajos muy interesantes y sugerentes, a saber: que el punto de partida de cualquier investigación, filosófica o de otra naturaleza, pero también la base de toda convivencia saludable, debe ser una adecuada consciencia de la importancia de la importancia, de lo que tenemos por importante. ¿Y por qué es esto importante? Pues principalmente porque lo que más distorsiona nuestras vidas es un sentido distorsionado de lo que es importante.
* David Pérez Chico es doctor en Filosofía por la ULL. En la actualidad es profesor en la Universidad de Zaragoza.
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