Linda Trinkaus Zagzebski (1946)
Manuel Liz*
“Las disputas más profundas en epistemología dirigen su atención hacia conceptos muy obviamente éticos que, a menudo, son importados directamente del discurso moral teórico.” Esta es la primera línea, traducida, del libro de Linda Zagzebski que consiguió conmocionar, y emocionar, a amplios sectores filosóficos. El libro es Virtues of the Mind. An Inquiry into the Nature of Virtue and the Ethical Foundations of Knowledge (Cambridge Univ. Press, 1996).
Nuestra autora ocupa actualmente un lugar de primera línea dentro del panorama de la epistemología contemporánea. Alguien preferiría leer “epistemología analítica contemporánea”, pero intentamos evitar adjetivos redundantes. De cualquier modo, el lugar que ocupa Zagzebski está rodeado de polémica. Sus planteamientos están inevitablemente asociados a un cisma potencial dentro de la epistemología actual. El cisma en cuestión tiene antecedentes muy clásicos. Se remonta a las distintas concepciones que Platón y Aristóteles mantuvieron sobre la virtud. Mientras que para Platón, las virtudes son competencias, que pueden llegar a constituir diversas facultades, para Aristóteles las virtudes son rasgos de un carácter.
Sin duda necesitamos un poco de contextualización. Hay un estrecho paralelismo entre los conceptos evaluativos y normativos que suelen ser empleados en relación a los fenómenos epistémicos, muy especialmente en epistemología, y los conceptos evaluativos y normativos que suelen emplearse en relación a los fenómenos morales y políticos, especialmente cuando hacemos ética y filosofía política. Tanto en el caso de los fenómenos epistémicos como en el caso de los fenómenos morales y políticos hablamos de corrección e incorrección, de justificación y falta de justificación, de atribuciones de responsabilidad, etc. Hay sin embargo un concepto sumamente importante dentro del segundo ámbito que hasta muy recientemente apenas ha tenido relieve en el primer ámbito. Se trata del concepto de virtud. Coincidiendo más o menos con el desarrollo de este concepto dentro de la ética (Elizabeth Anscombe, Philippa Foot, McIntyre, etc.) y dentro de la filosofía política (Marta Nussbaum, Victoria Camps, etc.), sólo en las últimas décadas se han propuesto planteamientos centrados en el concepto de virtud dentro el contexto de la epistemología. El autor que desde los años 90 ha dedicado más esfuerzos a promover con éxito este nuevo enfoque es Ernesto Sosa (Knowledge in perspective, Cambridge Univ. Press, 1991). Y la epistemología basada en la virtud se ha convertido en el planteamiento epistemológico más potente en la actualidad. Pero casi desde los mismos inicios de este movimiento ha existido una versión muy particular de ese tipo de epistemología. Una versión particular que a veces ha sido vista como alternativa global. Y la protagonista principal de tal versión es Linda Zagzebski con el libro que hemos mencionado más arriba.
La epistemología basada en la virtud considera que la noción de virtud debe ser central en epistemología. Las virtudes son siempre determinadas capacidades, innatas o adquiridas. Y las capacidades son un tipo de disposiciones para hacer algo de cierta forma. Conocer implica poner en juego nuestras capacidades para conocer. Dichas capacidades son siempre relativas a un campo más o menos amplio de cosas que pueden ser conocidas, a un peculiar contexto y situación de conocimiento, a la comunidad particular de sujetos epistémicos a la que pertenecemos, etc. Este enfoque permite integrar armónicamente muchas otras posiciones epistemológicas (fundamentalismo, coherentismo, relativismo, etc.). Y permite también dar una respuesta razonable al escepticismo. Que sea o no posible el conocimiento depende de que tengamos o no tengamos las disposiciones relevantes. Ahora bien, ¿de qué capacidades estamos hablando? En la respuesta a esta pregunta se ponen de manifiesto dos diferentes opciones. Las virtudes epistémicas pueden entenderse como un conjunto de competencias organizadas en facultades con fines específicos (percepción visual, auditiva, etc, formación de creencias, juicio, memoria, razonamiento, etc.), o pueden entenderse como rasgos del carácter asociados a distintos tipos de responsabilidad (curiosidad, perseverancia, amor a la verdad, cooperación, etc.). Como ya hemos indicado, la primera concepción de las virtudes es platónica, la segunda es aristotélica. La primera es la de Ernesto Sosa, la segunda es la de Linda Zagzebski.
Esta distinción entre dos maneras de entender la virtud es sumamente importante. Y también puede hacerse en ética y en filosofía política. ¿Se trata realmente de un cisma o tan sólo de una diferencia de énfasis? Aunque, como hemos dicho, a veces sí haya sido vista como un cisma dentro de la epistemología contemporánea más vanguardista, no es considerada de esa forma por sus dos principales protagonistas: Ernesto Sosa y Linda Zagzebski. Una buena muestra de ello fue el libro editado por Michael DePaul y Linda Zagzebski, Intellectual Virtue. Perspectives from Ethics and Epistemology (Clarendon Press, 2003), donde se incluían trabajos de Ernesto Sosa y de otros autores abiertamente partidarios del enfoque de las facultades como John Greco.
Contrastemos dos ejemplos extremos. Uno de ellos es Mr. Magoo, el clásico personaje de dibujos animados y tiras de cómic. Lo que para nosotros sería una vista normal, está ausente en Mr. Magoo. Padece una miopía severa. Sin embargo, su gran miopía es compensada por un universo exageradamente favorable. Sortea todo tipo de peligros sin sufrir ningún daño. Mr. Magoo no se da cuenta de ello. Su confianza en sí mismo es máxima. Y en la ignorancia de sus enormes limitaciones, es feliz. El otro ejemplo es la figura de Job que aparece en la Biblia. Job sufre todo tipo de calamidades y desgracias. No es necesario que nos recreemos en ellas. El universo que habita le es completamente hostil. Y sin embargo, nada consigue abatirle. Su confianza en Dios le basta para seguir siendo feliz. Comparemos ahora la felicidad de Mr. Magoo con la felicidad de Job (el caso de Mr. Magoo es utilizado por Sosa en sus trabajos con otro propósito). La visión pobre de Mr. Magoo funciona perfectamente en su universo. La facultad de visión de Mr. Magoo es virtuosa en tal universo de ficción. Y la ausencia de contratiempos le permite ser feliz. El universo de Job es completamente diferente. Ninguna de las facultades de Job funciona bien. Mejor dicho, no funciona bien ninguna de las facultades con las que podría intentan mejorar su situación en ese universo. Todo acaba siempre en desgracia. Sin embargo, Job se mantiene firme en su carácter. Confía en Dios. Y esto le hace ser feliz. La felicidad de Mr. Magoo se debe al ejercicio exitoso de sus facultades en ese universo tan especial, pero se trata de una felicidad inocente, inconsciente, infantil, muy poco reflexiva. Se debe únicamente a cosas que pasan, digamos, en el “exterior”. La felicidad de Job, en cambio, es muy reflexiva. Procede completamente de su carácter. Es una felicidad “interior”.
Pensemos todo lo anterior en términos epistémicos. Podremos hacernos una idea de ese contraste entre dos formas muy distintas de entender la virtud. Y también podremos hacernos una idea de lo que podría ser la “felicidad epistémica”. Como en el resto de las cosas de la vida, al conocer buscamos la felicidad. La felicidad epistémica sería ese tipo de felicidad que obtenemos en la actividad de conocer. La pregunta ahora sería, ¿qué felicidad epistémica nos parece más deseable? ¿Una felicidad del tipo Mr. Magoo o una felicidad del tipo Job? La felicidad de Mr. Magoo es consecuencia de que todo le vaya bien en ese universo propicio que habita. La felicidad de Job se deriva de la firmeza de su carácter. Repetimos, ¿qué felicidad es más deseable? Tanto el universo en el que vive Mr. Magoo como el universo en el que vive Job son muy artificiales. El primero está diseñado por la diosa fortuna, el segundo por los demonios. Pero esto ahora no es lo importante para contestar a nuestra pregunta. ¿Qué felicidad es para nosotros más deseable, una felicidad completamente irreflexiva como la de Mr. Magoo o una felicidad máximamente reflexiva como la de Job? Creemos que la respuesta no está en ninguno de estos dos extremos.
Debemos reseñar también, aunque sea brevemente, otros dos libros recientes de Zagzebski. Uno de ellos es On Epistemology (Wadsworth, 2009). El otro es Epistemic Authority: A Theory of Trust, Authority, and Autonomy in Belief (Oxford Univ. Press, 2015). El primero es una introducción a la epistemología. Hay muchas introducciones a la epistemología. Pero esta ofrece algo diferente. Sabe conectar muy bien los problemas tradicionales con problemas muy actuales relacionados con la mera palabrería (bullshit) y las fake news. Y conecta igualmente bien la pregunta por el valor del conocimiento con cuestiones éticas acerca de lo que valoramos en la vida. El segundo libro no es menos interesante. En él argumenta que siempre necesitamos confiar en alguna autoridad epistémica, que nuestra necesidad de confiar en los demás es plenamente compatible con la autonomía de la creencia, y que lo importante es saber identificar correctamente las autoridades epistémicas en las que podemos confiar.
Se puede opinar lo que se quiera. Pero poder opinar no implica opinar con sentido. Y no se puede opinar en contra de la autoridad epistémica si no se tienen razones de peso. No se trata de doblegarse a la dictadura de cierta manera de pensar y mantener la boca cerrada. De lo que se trata es de respeto. Existen autoridades epistémicas. Y merecen nuestro respeto. La ciencia es nuestra mayor autoridad epistémica. Otra es la tradición. Y se puede ir contra ambas. No debe haber imposiciones arbitrarias. Ni siquiera aquí. Pero hay que darse cuenta de las consecuencias. Y asumir responsabilidades. Porque cuando nuestra opinión es valorada más que las opiniones recibidas, nuestra opinión se convierte en punto de referencia para otros. Acaba convirtiéndose en ciencia y en tradición. Y si sólo se trataba de una opinión interesada, si sólo buscaba un cierto efecto sin preocuparse por las razones que podrían llegar a avalarla o desacreditarla, la carga de irresponsabilidad puede ser insoportable.
Cabe interpretar lo anterior de dos formas. Puede integrarse sin apenas ajustes en una defensa del más puro tradicionalismo. Pero también puede utilizarse muy directamente en el contexto de un rechazo argumentado de la construcción de hechos alternativos. Las mismas nociones de “hechos alternativos”, “fake news”, etc., implican una seria ruptura con la autoridad epistémica vigente. Defender la existencia de autoridades epistémicas tiene dos caras. Muchas veces la filosofía es así. Mantiene una importante variedad de neutralidad frente a diferentes usos y aplicaciones. Hasta hace poco, también era así la propia verdad.
Acabaremos añadiendo algunos datos biográficos. El nombre completo de nuestra autora es Linda Trinkaus Zagzebski. Nació en 1946. Estudió filosofía en la Stanford University y se doctoró en la University of California, Los Angeles (UCLA) con una tesis sobre metafísica, concretamente sobre el concepto de clases naturales. Actualmente, es profesora de filosofía de la religión y de ética en la University of Oklahoma. Ha sido presidenta de la American Catholic Philosophical Association y también de la Society of Christian Philosophers.
* Manuel Liz es catedrático de lógica y filosofía de la ciencia en la Universidad de La Laguna.
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