27 de marzo: Tamar Gendler (Mª Rosario Hernández Borges)








Tamar Gendler (1965)


Mª Rosario Hernández Borges*



Imagina que estás sentada en el Woolsey Hall, en el campus de la Universidad de Yale, rodeada de 1359 estudiantes que provienen de los cincuenta estados de Estados Unidos y de cuarenta y nueve países diferentes. Imagina que una mujer que habla desde el estrado te dice que en muchos momentos, durante los cuatro años que pasarás en la universidad, tendrás que elegir entre dos pares de afirmaciones. El primer par es: “El mundo fue creado por tu bien”/“Solo soy polvo y cenizas”. “Los demás experimentan el mundo como yo”/ “Mi perspectiva es solo mía” forman el segundo par.  El primer par será útil para defenderse del desánimo y de la arrogancia, estados de ánimo que no ayudan al aprendizaje. El segundo par para evitar creer que los demás experimentan el mundo como lo haces tú. Esta última creencia, aunque falsa, impide abrirse a la posibilidad de alcanzar nuevas perspectivas que provienen de los otros, de las lecturas que hagamos, de las disciplinas que estudiemos. Esa mujer que te habla te intenta convencer de cuál es la actitud adecuada para iniciar tus estudios en la Facultad de Artes y Ciencias de la Universidad de Yale, te avisa de que no siempre serás objetiva acerca de ti, de los otros y de tu entorno. Es la decana. Tamar Gendler. Filósofa. 

Gendler nació en 1965 en Princeton. Estudió en Yale donde se graduó en Humanidades, Matemáticas y Filosofía. En 1996 presentó su tesis tutorizada por Robert Nozik, Derek Parfit y Hilary Putnam. Exceptuando por un periodo de nueve años (desde 1997 hasta 2006) en el que enseñó en la Universidad de Siracusa y en la Universidad Cornell, la carrera de Gendler ha estado ligada a Yale como profesora, directora de departamento, Vicerrectora y Decana de la Facultad de Artes y Ciencias. 

De intereses filosóficos amplios (metafísica, filosofía política, ética, estética, historia general de la filosofía), Gendler no ha limitado sus áreas de investigación ni de formación a temas estrictamente filosóficos. Las ciencias cognitivas y la psicología se asoman en sus trabajos sobre epistemología y psicología filosófica. No es raro, por tanto, que avise a sus alumnos de Yale de la influencia negativa de algunos estados de ánimos o de algunas creencias erróneas. Porque su interés por los costes epistemológicos de lo implícito aleja los planteamientos de Gendler de los planteamientos clásicos donde la racionalidad de las creencias son condición necesaria para explicar y justificar la acción humana. 

En esa misma línea se sitúan sus artículos sobre el autoengaño, la imaginación, la percepción, la intuición y su distinción entre “alief” y “belief” (creencia). En la utilidad metodológica que atribuye a los experimentos mentales también encontramos la misma motivación. Sus temas de interés tratan fenómenos en los que los sujetos dicen que creen algo contrario a lo que su comportamiento indica. O de qué forma podemos, a través de la imaginación y la intuición, generar situaciones no reales que permitan mejorar nuestro conocimiento del mundo. De estos temas y de otros nos habla en Intuition, Imagination and Philosophical Methodology: Selected Papers (2010), una recopilación de sus mejores trabajos. Comentaré, brevemente, qué es un alief y qué virtudes ve en los experimentos mentales como metodología filosófica. 

La distinción de Gendler entre “alief” y “belief” refleja su preocupación por fenómenos psicológicos que no suelen ser objeto de preocupación filosófica. La perspectiva filosófica tradicional supone que la creencia (belief) se dirige a la verdad, es consciente y sensible a la experiencia o a argumentos. Junto con el deseo, la creencia motiva la acción intencional. La racionalidad depende de ello. Somos racionales y nos entendemos como racionales porque nuestros estados mentales, creencias y deseos, siguen un patrón lógico al que recurrimos cuando queremos explicar/justificar nuestras acciones. Por el contrario, Gendler llama “alief” a una amplia gama de fenómenos psicológicos en los que nuestras creencias explícitas parecen entran en conflicto con nuestra conducta. Un “alief” es un estado mental con contenido representacional efectivo y conductual que es activado, consciente o inconscientemente, por rasgos del entorno interno o externo del sujeto. Es un estado más primitivo que la creencia o la imaginación, activa directamente patrones de respuesta conductual, no la motiva junto con el deseo, como hace la creencia. Tener un “alief” es tener una tendencia innata o habitual a responder a un estímulo aparente de una manera particular. Operan sin intervención de la conciencia y no son susceptibles de control racional. Es un “alief” lo que nos lleva a sentir miedo cuando caminamos por una superficie de cristal a pesar de que sabemos que es segura. Es un “alief” lo que nos impide ponernos ropa de alguien que nos disgusta, aunque sepamos que está perfectamente limpia. Es un “alie”’ lo que nos hace llorar al ver una escena de una película triste, a pesar de saber que son personajes de ficción.

Dentro de sus estudios sobre metodología filosófica presta especial atención a las consecuencias epistémicas de usar la intuición y la imaginación en la construcción de un argumento o anticipar una afirmación filosófica. Un claro ejemplo es el de los experimentos mentales. Los experimentos mentales no pueden reducirse solo a argumentos. La descripción de un caso particular explicita el conocimiento práctico, permite separar los rasgos relevantes para el escenario imaginario de los que no son esenciales para el tema que se discute, concreta en una representación cuasi-observacional un argumento abstracto, y todo ello posibilita la comprensión a quien no tiene el marco teórico de la teoría que se discute. Los experimentos mentales, en definiva, nos comprometen cognitivamente con el escenario imaginario o no real de una forma que los argumentos abstractos no pueden.

Aunque cada vez es más frecuente encontrar contribuciones filosóficas que hibridan el trabajo empírico de la psicología contemporánea con los textos y problemas de la tradición filosófica, la obra de Gendler muestra nuevas posibilidades de estas interacciones entre disciplinas. 







Mª Rosario Hernández Borges es profesora de lógica y filosofía de la ciencia en la Universidad de La Laguna.


Ilustración de Elena Gutiérrez Roecker

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