Diana Pérez (The Will to Communicate y Languages for the Analytic Tradition)


Pérez, D. (2013). The Will to Communicate. Critica, 45(133), 91-97.

Pérez, D. (2018). Languages for the Analytic Tradition. Philosophical Papers. 47(1), 49-69.

Por Juan José Colomina-Almiñana *


Diana Ines Pérez es una filósofa argentina nacida, por una serie de razones contingentes, en la ciudad de Buenos Aires. Por esas mismas razones, se forma académicamente en su Argentina natal, aunque ha pasado algunos períodos de su vida investigadora en países como EE.UU. e Inglaterra, asimismo como otros países de habla hispana. Su trabajo principalmente aborda la filosofía de la mente y la metafísica, haciendo incursiones en la estética y la filosofía del arte, desde el punto de vista de la tradición analítica. Aunque ocasionalmente escribe en inglés, el grueso de su trabajo está escrito en español, su lengua materna. En la actualidad es profesora de la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigadora del Instituto de Investigaciones Filosóficas del SADAF-CONICET.

Los dos textos que aquí introduzco tienen diferencias argumentativas claras y explícitas. El primero es una respuesta directa a otro artículo mientras que el segundo es una propuesta de solución más profunda y general. Sin embargo, los dos tienen como nexo una problemática que siempre ha estado en el centro de la tradición analítica, aunque de una manera velada, y que en los últimos años ha generado cierta literatura explícita. A saber, si la filosofía de corte analítico debe escribirse exclusivamente en inglés.

La propuesta de solución que Diana Pérez reclama es que siempre será preferible escribir filosofía (y eso también vale para la filosofía perteneciente a la tradición analítica) en diferentes idiomas, por una serie de diferentes razones, pero todas ellas ligadas a una serie de valores éticos básicos que deberían guiarnos no sólo como filósofos sino también como miembros de una sociedad global multicultural y democrática. Primero, no parece ser el caso que exista ningún lenguaje natural (o idioma específico) que esté esencialmente ligado a una capacidad o actividad humana determinada, lo que estaría relacionado de cierta manera a un ideal de libertad. Defender lo contrario supondría incurrir en cierto tipo de falacia funcionalista. Si lo pensamos detenidamente, nos propone Pérez, todos deberíamos tener la oportunidad de expresarnos, siempre respetuosamente, de la manera que más nos plazca o que mejor permita desarrollar nuestras ideas. Si este es el caso, es obvio que la mayoría de escritores (y filósofos) decidirán emplear su lengua materna para expresarse, pues la filosofía (como otros modos de escritura) en definitiva tiene como propósito aportar cierto sentido a nuestras vidas. Por ello mismo, no debemos entender la filosofía como una empresa separada de otro tipo de apartados culturales de nuestras vidas que requieren de un lenguaje más específico (técnico, si se quiere), como son las matemáticas o la química. Por lo tanto, tan válido sería escribir filosofía analítica en inglés como en alguno de los otros idiomas que se hablan en el mundo.

Segundo, tal vez la idea que subyace a la necesidad de escribir en inglés tan sólo sea de carácter pragmático. Como cierto argumento plantea, sería conveniente escribir en inglés (al menos cuando hablamos de filosofía analítica) por el elevado número de potenciales lectores que de este modo se alcanzaría. De cierta manera, sigue un corolario, ya es indicativo de esto que la literatura de la tradición analítica esté escrita en inglés: los fundadores y seguidores de la filosofía analítica escribieron en inglés, las revistas científicas (por lo menos aquellas de mayor relevancia e impacto) sólo publican artículos en inglés y los libros sobre temas en filosofía y la tradición analítica también están escritos en inglés. En pocas palabras, dado que la filosofía analítica suele estar escrita en inglés, uno debería escribir en inglés. Sin embargo, Pérez correctamente apunta a que defender este argumento, al menos en su forma actual, supone incurrir en una falacia naturalista. Ante todo, cabe recordar que la filosofía analítica no sólo nace en Inglaterra de la mano de Russell y Moore, sino que también nace de la mano de autores como Frege, Wittgenstein y los miembros del Círculo de Viena que, por aquello de nacer, crecer y educarse en Alemania, escribieron en alemán. Aunque es cierto que la mayoría de estos últimos, si no todos, emigran al Reino Unido y, principalmente, a los Estados Unidos por la Segunda Guerra Mundial, cambiando su idioma de escritura y enseñanza y propiciando, así, la expansión de los métodos y temáticas de la tradición analítica en inglés, también es conveniente recordar que al mismo tiempo estos temas también llegan a otros países de habla no-inglesa, como son Argentina, Brasil y, algo más tarde, España (como también a otros países latinoamericanos y europeos), en donde se adaptará y traducirá la filosofía analítica a sus respectivas lenguas (interpretará, insiste Pérez, pues el traductor siempre aporta algo propio a la traducción). Es por ello mismo que cuando hablamos de revistas científicas y libros no deberíamos pensar tan solo en aquellas publicaciones que están basadas en países anglosajones. Es cierto que muchas publicaciones basadas en otros países suelen publicar artículos en inglés y, normalmente, éstos versan sobre temas analíticos. Pero también es verdad que muchas veces estos artículos están escritos en otros idiomas como el español. Es más, la mayoría de revistas científicas en Europa y América Latina aceptan artículos en otras lenguas además del español y el inglés. En definitiva, nos dice Pérez, simplemente dado el valor de tolerancia que asumimos en nuestra sociedad actual, sería conveniente que las revistas anglosajonas establecieran una cuota de publicación para artículos escritos en un idioma diferente del inglés, aunque sólo sea por temor a ser tildados de excluyentes, pues no deja de ser discriminatorio que se restrinja el acceso a la comunidad filosófica a aquellos que sólo dominen el inglés.

Tercero, la conclusión anterior, nos dice Pérez, parece indicativo de que las razones de preferir publicar en inglés no son meramente pragmáticas sino, sin duda alguna, mucho más complejas. Las razones que llevan a uno a escribir en un determinado idioma tienen que ver con un entresijo de elementos demográficos, geográficos, socioeconómicos, políticos y legislativos que van más allá del control del individuo y que, de manera firme, determinan dónde nace, cómo se cría y la calidad de su educación. Por supuesto, también los idiomas que puede hablar, entender, leer y escribir. Al fin y al cabo, todos tenemos diferentes historias y estamos formados a partir de diferentes contextos. Simplemente la curiosidad que nos conforma como filósofos debería ser un valor suficiente como para empujarnos a superar nuestros prejuicios y querer aprender sobre otros, sobre sus ideas y puntos vistas, aunque ello suponga necesariamente tener que salirnos de nuestra zona de confort y aprender otros idiomas y culturas.


*Juan José Colomina-Almiñana es doctor en Filosofía por la ULL. Actualmente es profesor en la Louisiana State University.

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