Diana Maffía (El vínculo crítico entre género y ciencia)


Maffía, D. (2006). El vínculo crítico entre género y ciencia. Clepsydra, Revista de Estudios de Género y Teoría Feminista, 5, 37-57.

Por Inmaculada Perdomo Reyes *


Diana H. Maffía (Buenos Aires, 1953) es doctora en Filosofía y docente en la UBA, investigadora del Instituto de Estudios Interdisciplinarios de Género de la misma universidad, fundadora de la Asociación argentina de mujeres en Filosofía y de la Red argentina de Género, Ciencia y Tecnología en 1994. Ha sido una destacada estudiosa y firme defensora de la Igualdad, un compromiso político que la lleva a ser la Defensora adjunta del Pueblo (1998-2003) y Diputada en el periodo 2007-2011, entre otros cargos, y ha obtenido premios y muchos reconocimientos. Ha publicado diversos libros entre los que destaco Búsqueda de sentido para una nueva política (Paidós, 2005) y un buen número de artículos sobre política, feminismo, y estudios de ciencia y género.

El artículo escogido para esta reseña, titulado: “El vínculo crítico entre género y ciencia”, fue publicado en Clepsydra, Revista de Estudios de Género y Teoría Feminista, una revista editada por el Instituto de Estudios de las Mujeres de nuestra universidad, dirigida en aquel momento por la recordada Amparo Gómez, y que en su número 5 (2006) incluyó un monográfico sobre Ciencia y Género con aportaciones de especialistas, entre ellas nuestra autora, Diana H. Maffía.

En su trabajo aborda las claves del surgimiento de estos estudios, las características y enfoques conceptuales y las contribuciones más relevantes. Hace referencia a cómo la historia y la filosofía de mujeres en ciencia se configuró como un espacio disciplinar emergente tras las críticas de Kuhn y Feyerabend en los años 60-70 a la imagen tradicional de la ciencia como objetiva, racional y neutral. Por el contrario, la ciencia, como actividad humana está guiada por valores, y los elementos culturales y contextuales determinan, en gran medida, las preguntas y las respuestas a los porqués planteados en la investigación. Al mismo tiempo, la fortaleza del movimiento feminista y la incorporación de las mujeres a las universidades en número creciente en la segunda mitad del siglo XX permitió configurar un espacio propio de reflexión crítica acerca del papel histórico de las mujeres en las ciencias y, no menos importante, sobre las narrativas teóricas de la ciencia sobre las mujeres. Diana Maffía ofrece en estas páginas una magistral exposición sobre los diversos abordajes conceptuales que configuraron este espacio disciplinar.

En primer lugar, la recuperación de las contribuciones científicas de las mujeres, invisibilizadas o negadas, y las condiciones históricas de acceso al conocimiento y a las instituciones del saber, destacando las limitaciones y barreras impuestas a las mujeres, y que aún persisten en distinto grado. Unos estudios que trataron de evitar los enfoques historiográficos positivistas al uso que ofrecían una galería de mujeres excepcionales, en el mejor de los casos, conservando las normas masculinas como medida de excelencia. Historias contextuales hacían emergen en los análisis las discriminaciones, las segregaciones jerárquica y territorial, o la desautorización epistémica, pero también las formas de hacer diferentes y los valores alternativos que guiaban sus investigaciones. Estas aportaciones hacían visibles las características y los contextos históricos de negación de las mujeres como sujeto autorizado de conocimiento.

En segundo lugar, y en conexión con el primer tipo de abordajes, porque actúan como fundamento de su exclusión y desautorización como sujetos de la ciencia, se abordó el modo en que las ciencias han definido la naturaleza de las mujeres. Como expresa la propia Diana Maffía, el modo en que la ciencia ha descrito a las mujeres, lo femenino, la sexualidad, la configuración de sus mentes y sus capacidades, no tiene desperdicio. Las mujeres como objeto de la ciencia (especialmente biomédicas), las descripciones ofrecidas de la naturaleza femenina desde sus orígenes, y en las que la autora se detiene en un recorrido que lleva desde el primer tratado médico conocido: el papiro Kahun (1.900 a.C), a los neuroanatomistas de la última mitad de S. XIX, o a la sociobiología y su defensa del determinismo biológico popular hasta fechas muy recientes, pasando por los escritos biológicos de Aristóteles, el Timeo de Platón, los escritos galénicos de amplia influencia hasta bien entrado el S. XVII, la embriología y los comienzos de la genética, la teoría de la evolución y el darwinismo social y, por supuesto, las teorías sobre la lateralización cerebral y la neuroendocrinología, ofrecen una imagen devastadora sobre las mujeres. No ya como diferentes (en los casos en que nuestra biología lo es) sino inferiores por naturaleza. La naturaleza femenina como hecho descrito por la ciencia (por determinadas teorías), nos inhabilitaba para el ejercicio del conocimiento: somos seres inferiores cuya naturaleza nos determina para desarrollar tareas de cuidado, crianza, o a interesarnos por otras prácticas culturales, no por la ciencia. Además, el esquema argumentativo se presenta siempre de la misma forma: Primero, se señalan las diferencias biológicas entre hombres y mujeres; segundo, se jerarquizan de tal modo que las características femeninas siempre se definen en términos de inferioridad; y, finalmente se justifica el estatus social de las mujeres por referencia a esa inferioridad biológica.

Era obvio que, además de un análisis detallado de las mujeres como sujeto de la ciencia y de las mujeres como objeto de la ciencia, se hacía necesario un estudio crítico sobre la propia naturaleza de la ciencia. Así, un tercer bloque de abordajes críticos se constituyó con este objetivo. Las propuestas epistemológicas feministas se centran en el análisis crítico de la objetividad y racionalidad de la ciencia y el papel del sujeto que lo produce, enfatizando la función de los valores y rechazando la existencia de métodos completamente neutrales e independientes del contexto. Cita Diana Maffía los trabajos de Helen Longino y Londa Schiebinger y sus propuestas de revisión crítica de la ciencia, de su lenguaje y del papel de las metáforas en la práctica científica, un rol nada desdeñable desde el punto de vista de género. Las metáforas son el vehículo de los sesgos de género, y aquellas configuran en gran medida la textura de las explicaciones ofrecidas. Por ello, concluye la autora, en total consonancia con las propuestas transformadoras más actuales, no se trata sólo de incrementar el número de mujeres en ciencia, si estas continúan con el guion heredado, sino de cambiar las culturas de la ciencia, ampliar sus horizontes con miradas diversas y plurales y evitar los posicionamientos hegemónicos. Porque éstos, también en la ciencia, en el conocimiento en general, son ética y políticamente opresivos.


*Inmaculada Perdomo Reyes es profesora titular del área de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la ULL.

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