María Julia Bertomeu (Familia Humana y fraternidad (política) en la Declaración Universal de Derechos de 1948)


Bertomeu, M. J. (2018). Familia Humana y fraternidad (política) en la Declaración Universal de Derechos de 1948. Daimon. Revista Internacional de Filosofía, 17-27.

Por Sheila García González *


En el año 1949 nacía María Julia Bertomeu. Nuestra filósofa argentina, con intereses pronunciados en las áreas de filosofía política y ética, se doctoraba en el año 1989 en la Universidad Nacional de la Plata, misma universidad donde hoy ejerce como profesora titular de Ética. Investigadora principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina desde el año 1993, la Fundación Konex le otorgaba en el año 2006 el Diploma al Mérito de Humanidades en la categoría de Ética. Especialista en cuestiones éticas y de filosofía política republicana moderna y contemporánea, su profusa producción científica puede decirse que se ha dirigido, grosso modo, a ofrecer resistencia a la dominación estructural guiada por la brújula del sempiterno vínculo entre libertad e igualdad.

Un vínculo al que, en realidad, se agrega la fraternidad (política) y que, en semejante tesitura, conforma, más bien, una tríada. Una relación particular en la que Bertomeu ahondaba al amparo de la Declaración Universal de Derechos de 1948 en el artículo que aquí nos ocupa al entender que indagar políticamente en la fraternidad implicaba hacerlo también en los derechos humanos fundamentales. Pues la Declaración de mediados del siglo XX, precisamente, respondía a la necesidad apremiante de liquidar una política mundial consistente en el colonialismo, el nacionalismo y el racismo que había dado lugar a los relatos históricos más sangrientos y atroces.

En la Declaración de 1948 se rescataba la idea ius filosófica de la fraternidad, según la cual la concepción de la humanidad se correspondía con un todo indivisible. Esto significaba impugnar la fragmentación de la humanidad en clases, culturas, etnias o razas. Entonces, la fraternidad emergía como un deber exigible universal necesariamente vinculado con la libertad, universalizada e inalienable, y la igualdad, que bien entendida es fruto de la propia libertad. La lectura que realizaba nuestra filósofa argentina sobre la Declaración de Derechos de 1948, al escarbar en su “núcleo republicano”, ensalzaba la fraternidad, enlazada a la libertad, la igualdad, la dignidad y los derechos. En efecto, captar de manera adecuada este núcleo, de acuerdo con Bertomeu, permitía comprender el significado de la fraternidad en la dimensión filosófica-política moderna. Un análisis crítico con el liberalismo que la dirigía a poner de manifiesto las raíces republicanas del derecho público y reivindicar el carácter inalienable de la libertad, incompatible con una estructura institucional vertical que posibilite que unos vivan a costa de otros en una interacción humana caracterizada por los temores y el sometimiento. El espíritu de la Declaración del siglo XVIII, aunque con acentuados matices, resurgía con la del siglo XX. Y la predisposición a reestablecer la personalidad jurídica de todos los seres humanos impulsaba el renacimiento, tanto en la teoría como en la praxis, de los derechos humanos, los cuales habían sido socavados con los imperialismos y nacionalismos en el plano práctico y con el utilitarismo y el positivismo jurídico en el teórico.

Al adentrarse en la fraternidad política en el contexto en mención, Bertomeu indagada en el reconocimiento de la dignidad intrínseca de los derechos, iguales e inalienables, para cada uno de los miembros de la «familia humana». Esta última metáfora conceptual, presente en el propio Preámbulo de la declaración, no se encuentra vinculada, en ningún caso, a la familia en sentido tradicional. Hablar de una familia humana exhortaba a concebir a la humanidad en su unión fraternal y, consecuentemente, de manera horizontal. Esto es, iguales en derechos y dignidad. Se trataba, por ende, del reconocimiento de que cada ser humano, en cualquier parte, es sujeto de derecho, lo cual remite, en términos de la filósofa, a ser “sujetos libres republicanamente”. Desde la óptica de María Julia Bertomeu, desenterrar la fraternidad entendida como un deber positivo para todos los miembros de la familia humana significaba reavivar su valor político emancipatorio, olvidado, en gran medida, por el triunfo del liberalismo en la primera parte del siglo XIX. Nuestra autora argentina, pues, desde la ética y la filosofía política republicana alza la voz por la inalienabilidad de los derechos, la necesaria reciprocidad entre igualdad y libertad y, en última instancia, porque cada uno de los miembros de la familia humana, en una interacción fraternal, sea sujeto de derecho y pueda tener una vida digna.


 *Sheila García González es investigador predoctoral en el programa de doctorado interuniversitario en Filosofía de la ULL

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