Lazzer, S. (2015). Wittgenstein y la articulación de la proposición”. Devenires: Revista de Filosofía y Filosofía de la Cultura.31. 159-176.
Por David Pérez Chico *
Sandra Lazzer es licenciada en Filosofía por la Universidad de Buenos
Aires. En esta universidad, así como en la Universidad Nacional del Rosario, ha
impartido, e imparte, asignaturas de lógica. Miembro de la Sociedad Argentina
de Análisis Filosófico (SADAF), sus áreas de especialización, sobre las que
tiene multitud de publicaciones, son la filosofía de la lógica y la historia de
la filosofía analítica temprana.
Conocí a Sandra en Lima, Perú, hace ahora un año y medio en el VII Congreso
internacional “Wittgenstein en español”. El trabajo que presentó Sandra en
aquella ocasión llevaba por título “La lógica como una Ciencia Universal y el
Universalismo del Tractatus”, y fue incluido, junto con el resto de las
presentaciones en el congreso, en el libro Wittgenstein y la ciencia,
editado por Alejandro Tomasini en 2020. Recuerdo aquel congreso por varias
razones y aunque conservo un razonable recuerdo de la mayoría de las excelentes
presentaciones que se fueron sucediendo durante una semana realmente intensa, de
entre todas ellas la de Sandra la recuerdo como una de las interesantes y que
más poso me dejó. Su propuesta me pareció entonces, y me lo sigue pareciendo
ahora, muy sugerente. Se trataba básicamente de encarar la interpretación del Tractatus
a partir de la distinción entre aquellos que consideran que la lógica un
lenguaje y los que consideran que (solo) es un cálculo. Wittgenstein se suma a
las filas de los primeros. Unas filas encabezadas por Frege y Russell, para
quienes la misión de la lógica consiste en posibilitarnos la comprensión última
de las estructuras formales del lenguaje, pero no solo eso, sino que se trata
de un lenguaje universal o, mejor, se trata del más universal de todos los
lenguajes (no es un lenguaje más, sino que es el lenguaje), constituyéndose
así en el marco que delimita a todo discurso racional. Una consecuencia de esta
manera de pensar es que es imposible tratar a la lógica como si fuera un objeto
de un discurso racional: no se puede decir nada fuera de los límites
establecidos por la lógica. Tradicionalmente se suele interpretar el Tractatus
como si fuera el mejor ejemplo de esta concepción de la lógica, pero lo que se
propone Sandra es mostrar que el universalismo del Tractatus es
diferente al de Frege y Russell, no solo por su rechazo de que la lógica pueda
ser una ciencia máximamente general, sino porque “pueda ser considerada una
ciencia en lo absoluto”.
Dejaré que sean las lectoras y los lectores interesadas en estas cuestiones las que descubran por ellas mismas cómo defiende Sandra su punto de vista. Aquí quisiera terminar comentando otra aproximación al Tractatus distinta a la anterior, en este caso desde la perspectiva que ofrece uno de los problemas más interesantes de entre los que motivaron la escritura del Tractatus desde el principio. Me refiero al problema de la unidad o articulación de la proposición. La fuente original del problema de la unidad de la proposición es una consecuencia directa de los principios objetivistas y factuales de la tradición semántico-representacional y del principio de composicionalidad; y la cuestión de fondo no es otra que la de la relación exacta que existe entre el significado lingüístico y las relaciones estructurales en el seno de la proposición. Así como la existencia de un hecho no se produce por la mera coexistencia de sus componentes más básicos, tampoco una proposición logra representar un hecho simplemente porque en ella coexistan las contrapartidas representacionales de los componentes del hecho representado. Con estas premisas, el problema de la unidad de la proposición puede ser formulado de la siguiente manera: ¿cómo es posible pasar de la mera enumeración de términos a un complejo estructurado sin interpretar dicho complejo como una parte más que necesita ser enumerada? La solución pasa, parece, por considerar la existencia de algún principio sintético e independiente de los componentes pertinentes de la proposición sin que el principio se convierta él mismo en un miembro constituyente más o en una abstracción con respecto a los mismos. Y aquí nos topamos con el problema del juicio, que es el problema que preocupaba realmente a Russell cuando conoce al joven Wittgenstein, a saber: ¿basta con la forma de la proposición o, además, debemos tener en cuenta un acto sintético del juicio?
Para esta ocasión he repasado el trabajo de Sandra titulado “Wittgenstein y la articulación de la proposición”. La tesis principal defendida por Sandra en este artículo es que las ideas de Wittgenstein sobre cómo se debe entender la articulación o unidad de la proposición en la fase temprana de su filosofía, en escritos como Notes on Logic, están directamente conectadas con sus críticas a la teoría russelliana del juicio como relación múltiple. La cuestión de la influencia que tuvieron las críticas de Wittgenstein en el trabajo de Russell sigue siendo, como suele decirse, una cuestión de rabiosa actualidad y de las que más interés despierta entre los exegetas de la obra de ambos pensadores. La aportación de Sandra ilumina este periodo crucial (alrededor de 1913) en la biografía intelectual de estos dos gigantes de la filosofía, pero no se queda en la mera revisión histórica, sino que aporta ideas sugerentes sobre este período pretractariano que contribuyen a entender mejor la evolución del pensamiento del joven Wittgenstein en un momento de tremenda agitación intelectual y personal. Animo a quienes hayan tenido la bondad de leer estas líneas, a que accedan a alguno de los escritos en los que Sandra lidia con el tema de la unidad o articulación de la proposición en Wittgenstein. No les defraudarán.
*David Pérez Chico es licenciado y doctor en Filosofía por la ULL. En la actualidad es profesor contratado doctor del área de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Zaragoza.
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