Veronica Tozzi (¿Por qué reescribimos la historia? Sobre el despropósito de un relato definitivo del pasado)


Tozzi, V. (2005). ¿Por qué reescribimos la historia? Sobre el despropósito de un relato definitivo del pasado. Revista Latinoamericana de Filosofía, Vol. XXXI (2), 315-337.

Por Laura García *


Verónica Tozzi es profesora de Filosofía de la Historia en la Universidad de Buenos Aires, donde se doctoró en 1997, y profesora de epistemología de las ciencias sociales en la Universidad de Tres de Febrero. Realizó sus estudios posdoctorales en la Universidad de Sussex (Inglaterra) y en la New School for Social Research (EEUU). Es investigadora principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (COCINET) y sus principales líneas de investigación son la filosofía de la historia y las ciencias sociales, la epistemología del testimonio y la política de la memoria en el pasado reciente de Argentina.

En este capítulo, nos centraremos en su artículo “¿Por qué reescribimos la historia? Sobre el despropósito de un relato definitivo del pasado”. Aquí Verónica Tozzi recupera preguntas propias de la filosofía de la historia, como qué nos impulsa a contar el pasado, quién es el sujeto de la narrativa historiográfica o si la existencia de un sujeto interesado en relatar el pasado compromete su pretensión de objetividad. Señala que las respuestas a estas preguntas han tenido consecuencias para el debate realismo-antirrealismo histórico propio de la “nueva filosofía de la historia” y destaca el avance que ha permitido el “giro narrativista” en la filosofía de la historia. La vertiente ficcionalista de la nueva filosofía de la historia, inspirada en la obra “Metahistoria. La imaginación histórica de la Europa del siglo diecinueve”, de Hayden White, impulsó un programa de investigación sobre los procesos y mecanismos de carácter poético-textual que están presentes en la construcción de los discursos historiográficos. Este enfoque textual supuso un reconocimiento de las dimensiones morales y estéticas de los trabajos históricos, que son irreductibles a la dimensión descriptiva, pero no permite apreciar la conexión que ambas dimensiones tienen con el pasado que se pretende interpretar. Así, Tozzi nos muestra que tanto la equiparación de historia y literatura, como el rechazo de considerarla una ciencia social, se debe a que se han aceptado concepciones estrechas de teoría científica que promueven un ideal de cientificidad basado en teorías ahistóricas y libres de valores. Es decir, se ha considerado que las valoraciones morales en las conceptualizaciones históricas sólo pueden tener consecuencias perjudiciales y distorsivas de la realidad. Será en las ciencias sociales donde sí que se encuentra un análisis práctico-moral de la conexión que tienen los conceptos y las categorías sociales con la realidad.

Existen dos formas principales en que ha sido entendido este tipo de análisis de la relación entre conceptos y sus referentes. Ian Hacking y Roy Bahaskar la han denominado “interacción” mientras que Anthony Giddens se refería a ella como “estructuración”. Tozzi pretende mostrar que estas aproximaciones permiten argumentar tres hipótesis principales sobre la relación de interacción y su aplicación a la epistemología de la historia. En primer lugar, considera que es capaz de ofrecer una explicación de la historicidad y el cambio en el tiempo de conceptos usados en las narrativas históricas. Además, entiende que se propone como una alternativa a la concepción de “representación” que da cuenta de la relación entre conceptos y aquello a lo que se aplica. Por último, considera que puede constituirse como una alternativa viable a la vertiente ficcionalista del narrativismo que sería capaz de evitar el realismo ingenuo.

Para aproximarse a este debate, se centra en algunas preguntas típicas a las que los narrativistas han intentado responder y entorno a las cuales se sitúan los acuerdos y desacuerdos. En primer lugar, se centrará en la cuestión de por qué nos interesa contar el pasado, para pasar luego a preguntarse quién es el sujeto, es decir, el sujeto que necesita relatar lo ocurrido. Otra cuestión importante será la del reconocimiento de un sujeto con un interés práctico moral en relatar el pasado, Tozzi se pregunta si esto convierte a toda narrativa histórica en un artificio ideológico que legitima el presente y distorsiona el pasado. También se pregunta si detrás de toda narrativa histórica hay siempre un sujeto nosotros al que le interesa contar el pasado para legitimarse y, en definitiva, cuál es el papel que juega el historiador en la construcción de las narrativas, es decir, si se puede hablar de autor o si más bien se trata de un simple relator. Tras estas consideraciones, llega a la pregunta quizás más interesante: ¿Por qué es inevitable la reescritura de la historia?

La cuestión más importante a la que se ha intentado dar respuesta en este trabajo es por qué reescribimos la historia y por qué ninguna representación del pasado es definitiva. Tozzi concluye que la conexión entre las relaciones y prácticas sociales, así como las representaciones, conceptualizaciones y narraciones que se han de ellas, son de un tipo interactivo, es decir, involucran una interdependencia causal. Lo que quiere decir con esto es que los procesos por los que se conocen las relaciones y prácticas sociales involucran cambios en las prácticas y relaciones. Entiende que las personas no quieren seguir siendo etiquetadas de ciertas formas, rechazan ser estigmatizadas y promueven modificar las instituciones que contribuyen a dichas etiquetas y estigmas. El propio proceso que hace que las personas se hagan conscientes de dichas clasificaciones que rechazan ya implica un cambio y la aparición de otras clasificaciones, así como cambios en las prácticas de todos los involucrados. Tozzi entiende que esta descripción permite afirmar que la interacción causal entre representaciones y prácticas, donde el cambio de un lado exige el cambio del otro, deja en evidencia la historicidad propia tanto de las relaciones y prácticas, como de las representaciones que se hagan de ellas. Así, entiende que la historicidad no es mas que esta interacción causal continua.

En definitiva, Tozzi nos muestra que si se reconoce una dimensión práctica inherente a las representaciones sociales y una relación de interacción con las personas y sus prácticas, dichas representaciones no pueden ser evaluadas según su adecuación en términos de una relación de reflejo. La relación causal se da entre conceptos y personas, narraciones y grupos, y es una relación que ocurre en el marco de matrices sociales que se modifican por dicha interacción causal. Justo por dicha interacción causal entre historias vividas e historias contadas la historia deberá ser siempre reescrita.


*Laura García es investigadora predoctoral en el programa de doctorado interuniversitario en Filosofía de la ULL.

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