Luis Vega Reñón (1943-2022), por Margarita Santana

 

Hace unos días Margarita Vazquez, la vicedecana de la sección, me comunicó que había muerto Luis Vega. Cuando se le hizo un homenaje en esta casa, de la mano de Pablo Ródenas y la cátedra cultural Javier Muguerza, intervine con el breve texto que sigue. Suscribo cada una de mis palabras de entonces, a las que añado la enorme tristeza de su pérdida en un sentido doble: personal, e intelectual y académico. La universidad española tuvo la suerte, inmensa, a mi juicio, de tenerlo entre sus aulas, despachos y pasillos. Nosotras, el privilegio de conocerlo y de quererlo. 

Hay árboles que se van desnudando de ramas. Hay árboles cuyas raíces asincopan el tiempo.


Cuando Pablo me propuso que presentara a Luis Vega hoy y yo le pregunte que qué iba a decir, él me sugirió que consultara su curriculum en la red. Fui a la red y, tal como esperaba, si hacía uso del mismo el tiempo de la conferencia se hubiera ido sólo contando sus aportaciones, méritos y demás elementos que figuran en todos ellos. Esa fue la primera razón por la que deseché tal tipo de presentación –por otro lado muy al uso en la academia. La segunda razón era que no me apetecía presentar al que considero mi maestro, tanto en el sentido que recoge María Moliner de “se aplica con especial respeto, en vez de ‘profesor’, a la persona de quien se han recibido enseñanzas de mucho valor”, como en la acepción de “persona de extraordinaria sabiduría o habilidad en una ciencia o arte”, mi maestro, digo, en este terreno de la historia de la lógica y de la teoría de la argumentación, en tales términos. ¿En qué términos entonces?

Cuando empecé a impartir la asignatura de Historia de la Lógica, optativa de quinto curso de la penúltima licenciatura de esta facultad, me encontraba ante ella como mis alumnas y alumnos de segundo ahora: territorio nuevo y desconocido. En aquel entonces Juan Claudio tuvo la deferencia y amabilidad de pasar por mi despacho a mostrarme y prestarme unos textos que podrían ayudarme a preparar la materia –nunca se lo agradeceré lo bastante. Se trataba de un artículo que aún sigo pasando a mi alumnado como texto introductorio: “De la condición de la lógica y el ejercicio de su historia”, y dos volúmenes de Lecturas de Lógica (I y II). El autor del primero y editor de los segundos era, en efecto, Luis Vega. Un verdadero descubrimiento para mí. Desde ese entonces no he perdido la pista de ninguna de sus publicaciones, y fue así como cuando se publicó el libro La trama de la demostración, y Vicente Pedrero me propuso que hiciera una reseña del mismo para Laguna, no tuve duda alguna en hacerla, y además con mucho gusto. Lo sorprendente de ese acontecimiento fue que al poco tiempo de salir la revista recibí una carta de Luis donde me agradecía mi trabajo y me hacía unos cuantos comentarios sobre el mismo que suponían  -al menos para mí- una cierta complicidad intelectual. 

Tuve la ocasión, posteriormente, porque por fortuna nos visita con frecuencia, de conocerlo personalmente. De su cercanía, disponibilidad, y humildad intelectual no creo que sea necesario hablar, pero son rasgos, para mí, que lo caracterizan suficientemente. 

Después de ese encuentro vinieron nuevos intercambios: el libro Una guía para armar la historia de la lógica, y muchos de sus artículos, que me envió por correo postal. Luego busqué en las librerías, porque era difícil encontrarlo dado que había sido publicado en la UNED, Artes de la razón (la demostración en la Edad Media) –algo que me reprochó que hiciera, porque tenía que habérselo pedido a él personalmente-. 

Si de argumentar se trata supuso, a mi juicio, un giro importantísimo en su trayectoria, un giro que se ha completado con la última obra que ha editado junto con Paula Olmos: Compendio de lógica, argumentación y retórica. Si en las obras dedicadas a la historia de la lógica la importancia que ha concedido a los textos, los contextos y los marcos significó una forma de hacer esa historia absolutamente novedosa y rupturista, el pasar a contemplar no sólo la dimensión lógica de la argumentación sino también las dimensiones dialéctica y retórica ha abierto en este país la posibilidad de desarrollar una teoría de la argumentación que, aun siendo, como él mismo señala, un campo de investigación abierto, se nutre enormemente de sus aportaciones.  La lógica se desplaza de la academia y entra en el ámbito de la deliberación, en el ámbito civil.( A propósito de este país, tampoco quiero dejar de mencionar todos los trabajos que tiene dedicados a la lógica en España).

En toda su obra he encontrado siempre dos rasgos que definen su buen hacer: el rigor y la pasión intelectual. Sigo aprendiendo de ambos. 

En uno de sus textos sobre Aristóteles termina diciendo que “Aristóteles es demasiado suyo para ser de los nuestros”. Yo termino ya diciendo, y parafraseándolo, que creo que Luis es muy nuestro aunque siga siendo suyo. 


Margarita Santana de la Cruz

Profesora de lógica y filosofía de la ciencia de la ULL






Comentarios