Katalin Farkas (1970)
María González
Katalin Farkas nació en Budapest, durante la ocupación soviética de Hungría. Filósofa y matemática, se formó en la Universidad Eötvös Loránd de Budapest, donde comenzó su carrera en la enseñanza universitaria, y obtuvo el doctorado en filosofía en la Academia Húngara de Ciencias. En el año 2000, coincidiendo con la formación del Departamento de Filosofía en la Central European University (CEU), Katalin Farkas se une a dicha institución como docente e investigadora, donde continúa trabajando actualmente. Farkas fue directora del Departamento de Filosofía de la CEU desde 2007 hasta 2010, año en el que pasó a ocupar el cargo de vicerrectora hasta 2014. Ha realizado estancias en la Universidad de Sídney, en el Center for Subjectivity Research en Copenhague y en la Universidad Nacional de Australia en Camberra. También, fue becaria en el Collegium de Budapest y titular de la Kerstin Hesselgren Visiting Chair de la Universidad de Estocolmo. Desde 2012 es miembro de la Academia Europeae de Filosofía.
A la edad de 11 años, Farkas ganó la Competición Nacional de Matemáticas de Hungría. Su talento temprano para las matemáticas la llevo a formarse en esta materia, antes de perder el interés en ella por completo y dedicarse a la filosofía que, según sus palabras, fue siempre una opción natural para la que tenía desde pequeña dos aptitudes principales: una inteligencia inquisitiva y una gran curiosidad por las preguntas fundamentales. Cuando Farkas habla de su interés por la filosofía, menciona siempre a su padre, el filósofo y teórico marxista János Lazlo Farkas, como un factor determinante y una fuente de conocimiento e inspiración. A él dedica su libro A subject’s point of view (2008), donde toma forma y proyección el conjunto de sus intereses y pretensiones teóricas.
El trabajo de Katalin Farkas abarca la filosofía de la mente y la epistemología y se centra en la naturaleza de las experiencias perceptivas, pero su objetivo teórico se define de forma interdisciplinar. Farkas reivindica como conexión sustantiva el diálogo entre la investigación filosófica y los resultados empíricos que proporcionan la psicología o la neurobiología en la construcción del carácter fenoménico de las experiencias sensoriales como objeto teórico. En base a esta posición metodológica, la temática de su obra se orienta a la defensa de una concepción internalista sobre lo mental de doble dirección: dirigida a la legitimación del internalismo y a la refutación del externalismo simultáneamente. El análisis de doble dirección, de simultánea refutación y defensa, no solo está presente en los argumentos de Farkas de forma general, sino que es determinante en la formulación inicial de su concepción internalista de la mente.
Su internalismo tiene como principal influencia a René Descartes y, en concreto, al argumento del genio maligno con el que Descartes construye la famosa formula del "Cogito, ergo sum" que inaugura la filosofía de la consciencia de la Modernidad y convierte al sujeto pensante en un concepto filosófico central. La filosofía cartesiana funciona como un punto de partida que lleva a Farkas a postular la mente como autónoma por encima de su determinación en función del entorno. En este sentido, define su propuesta internalista como una postura heterodoxa en tanto que opuesta a la concepción de lo mental que, para Farkas, es el denominador común del tratamiento tradicional de la cuestión: el externalismo, es decir, la concepción de que el contenido de los estados mentales está determinado por hechos externos al sujeto. En otras palabras, en lo que respecta a la confrontación entre las dos concepciones de lo mental, Farkas se decanta abiertamente por el internalismo que, en oposición al externalismo, da prioridad al contenido sobre el contexto.
Según Farkas, con el argumento del genio maligno, Descartes reduce el mundo entero del sujeto a una perspectiva. Todo lo que es, pasa a ser lo que es desde un punto de vista. Las consecuencias de esta tesis equivalen a una definición de la realidad en función de lo mental, pero también, para Farkas, a una definición de la propia mente. Esta consiste en cómo son las cosas según el punto de vista del sujeto.
El dualismo cartesiano, según es interpretado por Katalin Farkas, permite establecer como criterio de lo mental el acceso privilegiado a los objetos de conocimiento. Privilegiado tiene aquí un sentido perspectivista, es decir, que en la medida en que la realidad equivale a la percepción del sujeto desde su punto de vista, toda experiencia sensorial o perceptiva equivale a una modificación de un objeto por parte de la mente. En este sentido, es posible afirmar que las características mentales de un sujeto están determinadas por sus estados internos. La mente sería, por tanto, una facultad que nos proporciona acceso privilegiado a lo conocido y que se dirige de forma intencional a los objetos aplicando a ellos una estructura previa, un punto de vista que da como resultado la percepción de los objetos.
Estas afirmaciones han llevado a Farkas a sostener una afirmación controvertida y que explica que defina su postura internalista como intransigente, que los estados mentales no dependen del cuerpo para su existencia, sino para su origen causal. Por ello, rechaza afirmar que el cuerpo o el cerebro constituyan en el límite entre lo interno y lo externo. Es decir, que considera la realización material de su tesis del internalismo es una pregunta empírica y, por tanto, la propone en función de un enfoque interdisciplinar.
Así, para explicar cómo un sujeto construye una imagen del mundo en base a las experiencias perceptivas, recurre a los tipos de receptores del sistema somatosensorial y al estudio de la psicología entre los sentidos de la temperatura, la presión o el dolor. Pero señala como un posible camino la interpretación filosófica al respecto: la presión o el calor se perciben del mundo exterior, pero la experiencia del dolor es interna y está ligada a la consciencia. El internalismo de Farkas, tal y como está concebido, supone responder a lo que puede significar esa diferencia.
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