12 de marzo: Ruth Millikan (Andrés Jaume)









Ruth Millikan (1933)



Andrés Jaume*



Ruth Garret Millikan nació en 1933, en Philadelphia y estudió bajo la dirección de W. Sellars. Es actualmente profesora emérita de Filosofía en la Universidad de Connecticut, donde ha pasado buena parte de su vida académica. Millikan es una clara exponente del naturalismo filosófico y, en particular de los intentos de naturalización de la intencionalidad que conocemos como teoría teleosemántica. Sin embargo, su trabajo ha sido muy amplio, abarcando desde la Filosofía de la Biología y, en particular, el análisis del concepto de función biológica, pasando por los problemas de la determinación del contenido mental hasta la Filosofía del Lenguaje o la Epistemología.


Para Millikan el lenguaje y el pensamiento son categorías biológicas, fenómenos que, lejos de guardar algún tipo de misterio, son comprensibles dentro de nuestra imagen científica del mundo y, en particular, de la Biología evolutiva. Su primer libro Language, Thought and other biological categories (1984) subtitulado New foundations for Realism trasluce la impronta tanto de Sellars como de Morris. Además de ofrecer una explicación del significado de las representaciones (una teorías semántica del contenido mental) que Millikan aborda como fenómenos biológicos, uno de los objetivos principales del libro es desarrollar una teoría de las funciones.

La teoría de las funciones es de capital importancia para el proyecto de Millikan. La razón es que para esta autora la intencionalidad, que inicialmente se caracterizó por Bretano como marca de lo mental, es naturalizable a través del concepto de función biológica. Las actividades de los distintos ítems biológicos son propositivas y normativas, es decir, hacen algo orientado a un fin (i.e. el corazón bombea sangre para irrigar los demás órganos) y, además, hacen eso y no otra cosa, por eso decimos que son actividades normadas y que las funciones son, por lo tanto, normativas.

 Las representaciones son intencionales y son normativas, pero ¿de dónde surgen esas misteriosas propiedades? Una explicación racional no puede obviar el mejor conocimiento del que disponemos, la ciencia, y debe, además, encajar en nuestra imagen científica como ya Sellars apuntó. Para Millikan una función o, de manera más concreta, una función propia» es un ítem perteneciente a una familia establecida reproductivamente que ejecuta una actividad determinada en el conjunto del organismo o del sistema funcional que queda fijada por el hecho de ser miembro de la familia reproductivamente establecida. De una manera quizás menos confusa podemos decir que la función de un ítem funcional es la que es y no otra en virtud de que el tipo al que pertenece el ejemplar ha actuado desde el principio así. Esta definición suscitó un debate notable que se sumó al ya conocido debate en torno a la noción de función biológica encabezado por las posiciones divergentes de Wright y Cummins con las contribuciones relevantes de otras dos filósofas como Beth Preston y Karen Neander.

Los intereses de Millikan, no obstante, no se agotaron en aclarar el concepto de función, sino en la aplicación de la misma noción para abordar problemas como la intencionalidad, la fijación del contenido mental o la determinación de las categorías básicas. La hipótesis de Millikan conllevaba en cierto modo disociar el pensamiento del lenguaje o, lo que es lo mismo, en contra del programa de Grice el significado del lenguaje no se resume en las intenciones del hablante sino que conceptos como el de creencia, deseo o intención pueden analizarse sin referencia al lenguaje mediante la teoría de las funciones propias. Así, el contenido de una creencia o el deseo estaba fijado por la función propia, la caracterización que podemos hacer de las mismas es eminentemente funcional. Una caracterización funcional del contenido semántico y del deseo se centra en establecer las relaciones entre un insumo o input y un exsumo o output sin necesidad de postular ningún tipo de entidad no observable, es así una variedad sofisticada de conductismo filosófico.

En 1995 Millikan publicó su White Queen Psychology and other essays for Alice, un libro compuesto a partir de diferentes artículos en los que desarrollaba y clarificaba las ideas del anterior que, dicho sea de paso, nunca quedó suficientemente claro y contó con pocos partidarios. El primero de ellos se circunscribe a una corriente perfilada por el ya difunto Fred Dretske, Stampe y Matthen y conocida como semántica del indicador o semántica causal. La aportación de Millikan en este caso se centró en perfilar una semántica del consumidor y en dar una explicación de cómo se fijaba el contenido y así dar cuenta del problema del error.

Para Millikan el contenido de los estados intencionales queda determinado por las funciones biológicas que adscribimos a los mecanismos encargados de consumir representaciones. Imaginémonos una representación muy básica, una rana se representa MOSCA o alberga la representación MOSCA en presencia de esos animalillos. La representación de MOSCA guía la conducta predatoria de la rana, de hecho la función que atribuimos a la representación en cuestión es detectar moscas y ejecutar la conducta predatoria dentro de la economía del organismo. Sin embargo, una situación experimental en la que en lugar de moscas aparecieran unas bolitas negras también dispararía la misma conducta predatoria, lo que conlleva que la representación sea errónea pues las ranas cazan moscas y no bolitas negras. ¿Qué explica el problema del error? Una explicación no satisfactoria es apelar a los ítems que causan la representación. La explicación no es satisfactoria porque ante la situación anterior tanto las moscas como las bolitas negras causan la representación MOSCA, pero si nos centramos en el mecanismo consumidor, la respuesta ya es mucho más clara, la rana está adaptada a su medio y en su medio encuentra moscas, no bolitas negras, la función propia del mecanismo productor-consumidor de representaciones es detectar moscas.

Ahora hemos situado la normatividad y la intencionalidad en el mundo natural a través de una idea de función biológica que fácilmente podemos subsumir bajo el concepto de adaptación. Las adaptaciones son el resultado de la selección natural y ésta es el principal mecanismo explicativo de la evolución de las distintas especies de seres vivos. ¿Hemos dado con esto una explicación a los problemas que pretendíamos explicar?

Una cuestión que nunca quedó del todo clara era hasta qué punto Millikan no había constituido una ficción basada en el programa adaptacionista. Esta crítica no fue nunca muy valorada pues parece que los filósofos en su ansia de naturalizar la intencionalidad se agarraron a un clavo ardiendo y dejaron de lado advertencias que, como la de Stephen Jay Gould ponían en entredicho el programa adaptacionista. Con ello nos encontramos con que en buena medida la teleosemántica y todo el jaleo naturalista que se armó en torno a ella estaba viciado de adaptacionismo, es decir, de un programa de investigación que consideraba cualquier rasgo como una adaptación biológica fruto de la selección de ese rasgo para esa determinada contribución causal al organismo. Por otra parte, ¿dónde queda la conciencia?

Posteriormente en el año 2000 publicó On clear and confused ideas. An Essay about Substance Concepts donde presentaba sus aportaciones al concepto de substancia  desde los parámetros de la teleosemántica y el programa ya esbozado en su primer libro. La posesión de conceptos de substancia implica la posesión de determinadas habilidades.

En el año 2002 fue invitada a dar las prestigiosas conferencias Jean Nicod y le fue otorgado el premio que lleva el mismo nombre. Fruto de ello publicó en 2004 su Varieties of Meaning donde encontramos tratado el tema de la distinción entre signo natural y signo convencional. Sabemos desde Aristóteles que el lenguaje es convencional, las palabras no guardan ninguna otra relación con las cosas que no sea el hecho de que refieren. El significado de una palabra es convencional, pero ¿acaso no hay signos naturales como la fiebre o el camuflaje del camaleón? Son vestigios de intencionalidad en la naturaleza. Para Millikan un organismo puede emplear representaciones descriptivas, directivas o directivas-responsivas. Esas últimas son las representaciones Pushmi-Pullyu y son las que encontramos en los procesos comunicativos.

Language: A Biological model, publicado en 2006 sigue la pista de esa intencional gradual que encontramos en la naturaleza y que nos conduce al lenguaje humano. La tesis central de ese libro es que las normas que gobiernan el lenguaje son más parecidas a las normas biológicas, a la normatividad que exhiben las funciones biológicas de las que hemos tratado hace unas líneas. Igualmente piensa que el lenguaje y el pensamiento tienen orígenes separados  y que, por lo tanto, ni la intencionalidad del pensamiento depende de la del lenguaje, ni vice-versa como supuso Grice. Hace apenas tres años (2017) publicó su último libro Beyond Concepts: Unicepts, Language, and Natural Information.

Cuando uno lee a Millikan tiene la duda acerca de si ese naturalismo es más que una bonita historia acerca de lo que todavía sigue siendo un misterio: la intencionalidad. Los esfuerzos por acercarla a nuestra imagen científica parecen legítimos en aras a la simplicidad: una sola visión del mundo conforme a lo que consideramos que es la mejor explicación de la realidad: la ciencia. Sin embargo, a uno siempre le queda un rescoldo de fuego escéptico y se pregunta si, junto con la comodidad y confort que nos ha propiciado el desarrollo científico y tecnológico no se han deslizado algunos elementos de ideología o simple fe. Determinarlo es tarea de pensar filosóficamente, de emprender otras navegaciones como antaño hiciera Sócrates en el Fedón.









Andrés Jaume forma parte del grupo de investigación LEMA de la Universidad de La Laguna.



Ilustración de Elena Gutiérrez Roecker

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