Marcia Cavell (1931)
Pablo Vera Vega*
Ni iba a ser un gran día, ni considero hoy que lo fuese. El noviembre lagunero saludaba tímidamente (chispea, qué novedad) y yo, sumido en lo burocrático, en lo ya cotidiano, sentía que nada podía llamar mi atención. Recorría apagado, gris, sin entusiasmo, Subjective, Intersubjective, Objective de Donald Davidson, que era el libro de cuyos conceptos me tenía que valer para redactar mi proyecto de tesis. Pero nada en esa obra me sorprendía. Leía por leer.
Quizás precisamente por eso, por mi soberano aburrimiento, detuve, ¡sólo por un momento!, la lectura y me perdí en lo más superficial del texto, en lo que para muchos, y a veces también para mí, no puede ni debe resultar interesante para la filosofía. Entre otros muchos detalles, observé una dedicatoria en la que nunca había reparado: To Marcia Cavell.
¿Quién era? ¿Por qué Davidson le dedicó su obra? Había visto una obra dedicada a Quine, otra a sus nietos… pero, ¿por qué a Marcia Cavell? Había encontrado la distracción perfecta. Busqué la respuesta y, para mi desgracia, la encontré demasiado rápido pues aparecía en Wikipedia. Pronto me percaté de que, si dejamos de lado los cotilleos y lo rosa que puede llegar a ser la historia de la filosofía, abundan los motivos por los que se le pudo haber dedicado esa obra.
Y es que Marcia Cavell es filósofa y, además, psicoanalista y autora de multitud de artículos y libros. Ha sido profesora de Filosofía en la Universidad de California, en la New School de Nueva York y en el Bard College, también de Nueva York y actualmente forma parte del Instituto de Humanidades de Nueva York.
Que la filosofía se relacione con el psicoanálisis no puede resultarnos sorprendente habida cuenta de las historias de sendas disciplinas. Lo que sí puede resultarnos interesante de Cavell es el hecho de que ella no puede contarse propiamente entre las filas de la filosofía continental, que es el bloque filosófico que usualmente suele relacionarse con el psicoanálisis, sino que su filosofía entronca en la tradición analítica. Añádasele a esto que, además de analítica, su filosofía es psicoanalítica y su psicoanálisis, al menos la teoría que del mismo hace, filosófico. No se trata de que no sepa diferenciar ni de que no quiera hacerlo. En su obra nos encontramos con un esfuerzo que a estas alturas no puede sino considerarse ya titánico; es el esfuerzo por pensar otra vez pero nuevamente la relación entre la filosofía y el psicoanálisis. No es casualidad, como digo, que en el pensamiento de Cavell encontramos explícitamente una filosofía del psicoanálisis y que a su formulación, por cierto, dedique una de sus obras más conocidas: The Psychoanalytic Mind, from Freud to Philosophy.
En esta última obra pretende evidenciar cuales son las teorías de la mente y de la subjetividad que subyacen a la práctica psicoanalítica. Las guías de las que se sirve para lograr evidenciarlo son preguntas inequívocamente filosóficas: ¿qué es la mente? ¿qué es la subjetividad? ¿cómo afecta el lenguaje a la entidad de lo mental? ¿cuál es el modo en que el sujeto es sujeto? ¿cómo es el tiempo en el que el sujeto aparece como sujeto?
Una de las primeras tesis que defiende en este libro, que aunque quiere ser pedagógico no creo que pueda decirse con verdad que lo consiga, es que el modelo de mente que subyace al pensamiento de Freud es el de una mente aún cartesiana, aislada, que se constituye ella a sí misma en su subjetividad. Contra este subjetivismo, Cavell nos invita a pensar el fenómeno de lo mental como nacido en relación con la alteridad. La mente no se explica correctamente, arguye Cavell, mediante el modelo subjetivista sino que es necesario plantear un modelo que sea netamente intersubjetivista: la segunda persona es el fundamento de la primera, y no viceversa. “La mente —nos dice Cavell— es […] interpersonal de manera inherente en cuanto a su estructura misma”. Esta última aserción, que es central en general en su pensamiento, la defiende tanto con argumentos filosóficos como con argumentos científicos. Principalmente, es el giro lingüístico lo que le permite transitar del yo al nosotros para, desde el nosotros, volver al yo sin desprenderse de nada. Para Cavell, el lenguaje expresa condición necesaria para que se dé lo mental y ello implica una nueva relación psicoanalítica respecto de la palabra expresada (o no) en el diván.
Esta primera obra se ve notablemente complementada por Becoming a Subject: Reflections in Philosophy and Psychoanalysis, obra que está, por cierto, dedicada a Donald Davidson. En Becoming a Subject se explora el florecimiento de la subjetividad desde los parámetros de intersubjetividad psicoanalítica que se han defendido en la obra anterior. Se trata, por tanto, de avanzar en la comprensión que tenemos de la mente de los niños, del ser humano en formación y de las constricciones o determinaciones que harán de este ser el animal gregario, ansioso y socialmente reprimido que ejemplificará lo que un sujeto es o debe ser. Particularmente interesante resulta el capítulo cuarto “Triangulation: The Social Character of Thought”, en el que se amplían y extienden las implicaciones a las que conduce el esquema triangular davidsoniano. Igualmente interesante resulta la apreciación de las emociones que presenta en “Valuing Emotions” como elementos subjetivos, son “pequeñas historias de vida”, pero, al igual que todo lo privado, se constituyen desde el nosotros, esto es, desde la intersubjetividad.
Muchas son las cosas cosas que no se han dicho, son muchos los conceptos de Cavell que quedan aún por presentar. Sin embargo, valga este escrito como introducción y vindicación de un pensamiento en el que nos encontramos con la aplicación explícita de los recursos y estrategias propias de la filosofía analítica al debate psicoanalítico (y viceversa); valga este escrito como exposición y como defensa de un pensamiento en el que hallamos la reinterpretación de algunos problemas que se han desarrollado en tradición filosófica (y que esta tradición se ha apropiado) como siendo parte también del armazón teórico de un ámbito extrafilosófico. Esto, naturalmente, extiende nuestra comprensión de los problemas a los que nos enfrenta la filosofía a la vez que nos brinda una solución que, por inesperada y sagaz, no puede dejar de resultarnos interesante.
* Pablo Vera Vega es investigador en el programa de doctorado interuniversitario en Filosofía de la ULL.
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