26 de marzo: Teresa Oñate y Zubía (Rafael Moreno Gutiérrez)








Teresa Oñate y Zubía (1956)


Rafael Moreno Gutiérrez*



Teresa Oñate y Zubía se dedica a la Filosofía con pasión porque uno de los modos de dedicarse a la pasión es dedicarse a la Filosofía. Lejos de tener una exclusiva vocación erudita o académica, su afán, su rigor y su profundo cuidado en el pensar y en el decir están alentados por la vocación de transformar lo que de inmundo hay en este mundo para que, como ha dejado dicho Martin Heidegger, quepa aún siempre la opción de habitar humanamente la tierra (physis). No es pequeño el reto; está destinado a quienes, como la profesora Teresa Oñate, se entregan en cuerpo y alma a lo que mejor saber hacer para que su saber hacer se traduzca, por obra y gracia de su obra y de su gracia, en un saber dar, en una donación, en la nietzscheana virtud que hace regalos, capaz de retornar cada vez que dicha regalía es puesta en comunidad. 

Nietzsche y Heidegger son, por tanto, dos de los pensadores centrales en la devoción filosófica de la profesora Oñate, que ejerce desde el año 2000 como Catedrática de Filosofía de la UNED y desde mucho antes como una de nuestras mayores especialistas en Ontología, Hermenéutica, Filosofía Antigua y Estética. Pero, en su caso, estos rótulos no son meras palabras técnicas que puedan separarse por comas; no son solo key words de un currículo, sino que alcanzan su sentido más pleno cuando son entendidas como plurales maneras de decir una y la misma cosa. No en vano, la formidable dedicación de Teresa Oñate a su eterno maestro Aristóteles (es ineludible reseñar aquí su libro Para leer la Metafísica de Aristóteles en el siglo XXI, Dykinson, 2001) está profundamente enraizada en su comprensión de los llamados pensadores presocráticos, en especial Parménides, Heráclito y Anaximandro, puesto que en los albores de la filosofía griega (en eso que Giorgio Colli llamó “el nacimiento de la Filosofía” y que Gadamer llamó “el inicio de la filosofía occidental”) llega al decir poético-pensante la cuestión ontológica, que solo podrá ser pensada por el conjunto de la tradición filosófica de un modo hermenéutico, si es que entendemos que, cuando decimos hermenéutica, no estamos nombrando un método de interpretación, sino la posibilidad de que las cosas tengan su lugar y su tiempo entre nosotros, la posibilidad de que haya algo y no más bien nada, y en suma, la posibilidad de que ese algo que hay pueda ser otro si es que sabemos leerlo en su haber venido a presencia, en su des-ocultamiento, desde aquella alétheia que la profesora Oñate no deja de celebrar mientras la convoca en sus clases, en sus conferencias y, por qué no, en su sabia tendencia a que lo trágico no se convierta jamás en drama.  

Así que la Filosofía Antigua no es para Teresa Oñate un espacio de interpretación que pueda quedar distribuido o confinado, entre otros, en los anaqueles de una biblioteca o en los edificios departamentales de las facultades. Dedicarse hoy a la Filosofía Antigua es para ella dedicarse a la Filosofía, y dedicarse a la Filosofía es dedicarse a atisbar (y a poner en virtuosa práctica comunitaria) sus posibles, sus respuestas, sus alternativas y sus desafíos. No es que eso que hemos dado en llamar pensamiento crítico sea algo accesorio, no es que la Filosofía no tenga ese efecto, esa virtud problemática o ese martillo como herramienta, no es que no sea necesaria la expulsión de los mercaderes del templo, sino que la vara de medir de esta labor crítica tiene más que ver con la capacidad creativa que pueda ofrecer otros modos (de sentido y de acción) diferentes a los criticados. A recoger esos modos, a pensarlos, a explicitarlos y a transmitirlos se dedica Teresa Oñate, como lectora que conoce muy bien el destino inscrito en las palabras que nos dan nombre, que nos convocan y reúnen en torno al calor del hogar. Porque de hacer hogar va su trabajo, denodadamente, contra tanto desarraigo imperante, contra la tendencia abrumadora de la cosificación, contra la pérdida del tiempo y del espacio, contra la inhabitación que hemos llamado vida moderna. No es de extrañar, por tanto, que la filosofía de la historia sea un reto para Oñate, los molinos/gigantes contra los que ofrecer la alternativa del eterno retorno nietzscheano, de la pietas latina y del otro comienzo heideggeriano, donde sea posible (y siempre lo es aún) escuchar lo no escuchado, lo callado y lo tapado. Walter Benjamin también está de su lado. 

No es accesorio entonces que el trabajo académico de la profesora Oñate esté siempre orientado a la facilitación de confluencias, a la creación de espacios de convivencia filosófica donde se dona tiempo por y para pensar. De ahí su inagotable actividad formadora e investigadora (casi un activismo), su contagiosa ilusión por la consolidación de puentes entre diferentes generaciones de filósofos y filósofas de todo el mundo, su dedicación a los más jóvenes (catorce tesis dirigidas desde el año 2001 y doce más en curso) y su enorme respeto por aquellos maestros que, como nuestro querido Antonio Pérez Quintana o el fundador del llamado pensamiento débil Gianni Vattimo, marcaron un hito en su formación y en su devoción. Así, porque philía es uno de los modos de decir Filosofía, Teresa Oñate impulsa, promueve y alienta, casi sin descanso, multitud de proyectos de investigación, así como ediciones de libros propios (diez hasta la fecha, de los que, además del ya citado, resultan claves El nacimiento de la Filosofía en Grecia. Viaje al inicio de Occidente, Dykinson, 2004 y El retorno de lo divino griego en la postmodernidad. (Una discusión con la hermenéutica nihilista de Gianni Vattimo), Alderabán, 2000) y sobre todo colectivos (catorce volúmenes hasta la fecha), pues es coherencia personal de esta filósofa el asumir la pluralidad de voces que, en torno a lo mismo, vienen a confluir pensando en comunidad, al modo de una red que busca tejer relaciones de recíproco respeto por el pensar.

Pero cuídemonos aquí de leer eso de respeto por el pensar como quien nombrara algún tipo de vacua veneración por una específica habilidad humana, como quien la idealizara, como quien se encerrara con los suyos a pensar en su particular sacristía. Nada más lejos. La acción filosófica de Teresa Oñate tiene muy claro cuáles son los medios, pero sobre todo cuál es el fin. Su trabajo, su enseñar, su escuchar y su decir saben bien que, si de conceptos va la cosa, estos no son reliquias de anticuario, sino modos de decir quiénes somos con los otros (y con lo otro) y, sobre todo, modos de señalar y abrir y atreverse a transitar caminos dados desde antiguo hacia un vivir presente y futuro que merezca la pena ser vivido.  

De aquí que el pensar-vivir de la profesora Oñate sea viajero, surcador de caminos, forjador de aventuras. De aquí que, por ejemplo, vaya desde la UNED de Madrid (o desde la también madrileña Universidad Autónoma, donde es parte del equipo docente del Máster en Filosofía de la Historia fundado por Félix Duque) a la Universidad de La Laguna, para que ambas instituciones se hayan convertido en el germen de la muy prolífica Cátedra de Investigación Internacional de Hermenéutica Crítica HERCRITIA, que dirige la propia Oñate junto con nuestra profesora Ángela Sierra y que actualmente no deja de expandir su radio de acción hacia centros de investigación y universidades de todo el mundo, bajo la presidencia honorífica de Ángel Gabilondo y del ya citado Gianni Vattimo. Pero también viaja Oñate hacia la UNAM de México, donde encuentra, entre otras, la complicidad de la profesora Rebeca Maldonado y su filosofar en este tiempo a favor de la posibilidad de otro espacio-tiempo. Y viaja Teresa Oñate hacia Italia, al encuentro de su maestro Vattimo en la Universidad de Torino, o al  Istituto per gli Studi Filosofici de Nápoles, y al Centro di Studi Religiosi e Filosofici Luigi Pareyson; y también a la Universidad de Buenos Aires y la Universidad de Cuyo-Mendoza, en Argentina; y al Instituto Filosófico Pedro Bonó en República Dominicana; y a la Universidad Inca Garcilaso de la Vega en Lima, Perú. Y, en definitiva, hacia donde aún sea posible la intempestividad de reunirse para pensar más allá del mero cálculo y la razón instrumental, de la axiología y la crítica de las costumbres, del juicio de valor y la meritocracia, esto es, para pensar el entre nosotros” que somos y construirlo-habitarlo a la altura de lo que de humanos (no humanistas) siempre nos queda. 

Resulta muy difícil acotar en estas líneas el trabajo académico de Teresa Oñate. Resulta muy complicado agotar aquí su extenso currículo. Pero puede que tal cosa sea accesoria e innecesaria, puesto que tal trabajo no es más (ni menos) que su manera de procurar el bien, esa palabra pequeña que, al nombrarse sin más ropajes que sus cuatro letras, cae entre nosotros para seguir convocando el asombro de que aún sea y la certeza de que aún es posible. Teresa Oñate es una filósofa formidable porque es una mejor maestra del vivir-pensar, una maestra del buen pensar para el buen vivir; y dígase esto en bucle, o mejor, en pliegue y despliegue y repliegue, así como cabría decirlo con Gilles Deleuze, otro de sus pensadores queridos. No en vano, la posmodernidad filosófica, entendida por Oñate a partir de las posibilidades abiertas (desde el paso atrás griego) por Nietzsche y por Heidegger, es otro de los espacios de estudio de esta Catedrática de Filosofía de la UNED que apabulla, que engancha y libera cuando empieza a decir lo que quiere y a querer lo que dice, cuando empieza a querer hacer y, sobre todo, cuando empieza a hacer querer.  








Rafael Moreno Gutiérrez  es doctor en Filosofía por la Universidad de La Laguna.



Ilustración de Elena Gutiérrez Roecker
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