Karina S. Pedace (Pensamiento y lenguaje: algunos desafíos al enfoque de Donald Davidson)


Pedace, K. S. (2006), Pensamiento y lenguaje: algunos desafíos al enfoque de Donald Davidson, Epistemología e Historia de la Ciencia, Volumen 12, 471-477.

Por María Rosario Hernández Borges *


Karina Pedace es doctora en filosofía por la Universidad de Buenos Aires con una investigación sobre la noción de normatividad y el rol de la segunda persona en la filosofía de Donald Davidson. Imparte clases en la Universidad de Buenos Aires, en la Universidad Nacional de Rosario y en la Universidad Nacional de la Matanza. Ha dirigido y participado en proyectos de investigación y es autora y editora de varias publicaciones. Sus trabajos tratan diversos aspectos de la obra de Davidson y otros temas de epistemología y filosofía de la mente.

“Pensamiento y lenguaje: algunos desafíos al enfoque de Donald Davidson” es un pequeño artículo en el que la autora hace una crítica interesante a la idea de Davidson de que un sujeto racional es aquel que tiene lenguaje. Otros problemas median en esta tesis: la idea de creencia, las interacciones comunicativas con los otros, la objetividad y la intersubjetividad. En vena kantiana podemos entender el problema en términos de las condiciones para tener una creencia. En “Rational animals” y en “Thought and Talk” se exponen los siguientes argumentos.

El artículo tiene dos partes. En la primera, la autora expone los argumentos de Davidson. En la segunda, analiza los límites de esos argumentos.

El primer paso del argumento de Davidson en la reconstrucción que hace Pedace es que una condición para comunicarnos y tener actitudes proposicionales es tener el concepto de creencia, tener creencias sobre creencias. El caso de la sorpresa nos enfrenta a esta situación: quien se sorprende observa una situación que no cumple sus expectativas. Es decir, creía algo que no resulta ser así. La sorpresa nos sitúa en una situación en la que debemos corregir nuestras creencias.

El segundo paso del argumento se apoya en que un humano, un animal racional, debe tener lenguaje. El paso anterior ayuda a Davidson a argumentar a favor de esta hipótesis. La falsa creencia que causa la sorpresa nos remite a la idea de creencia verdadera, la que se corresponde con el estado real de las cosas, con un mundo objetivo. Solo el dominio del lenguaje permite entender la oposición entre el mundo objetivo (creencia verdadera) y el mundo subjetivo (creencia falsa). La comunicación intersubjetiva es condición suficiente para la creencia intersubjetiva y para el pensamiento, ya que cada comunicador piensa que el otro tiene el concepto de un mundo compartido.

Pedace señala que Davidson reconoce que no sabe cómo demostrar que el lenguaje es condición necesaria para que se dé el contraste entre la creencia verdadera y la creencia falsa. La estrategia davidsoniana es recurrir al lenguaje como medio para objetivar los posibles errores en la comunicación. En una situación de interacción, los hablantes tienen expectativas sobre cómo será la reacción de los otros ante el entorno a partir de cómo es la propia. Cuando esas reacciones no son las esperadas, el lenguaje permite comunicar el error sobre un trasfondo de acuerdo. Siguiendo el principio de caridad, los hablantes se atribuyen entre sí acuerdo a partir de las creencias de cada uno. Es decir, todo hablante es intérprete.

Así se conectan en la propuesta de Davidson una teoría de la creencia con una teoría del significado.

Pedace comienza su análisis crítico ampliando las asunciones teóricas en las que se enmarcan las condiciones que Davidson ha establecido para afirmar que para tener creencias hay que tener el concepto de creencia. Este es un marco normativo que establece una frontera insuperable entre el ámbito de lo mental (la creencia, lo intencional, etc.) y el ámbito de lo físico. Lo que Davidson llama “monismo anómalo”. El ámbito de lo intencional es el ámbito de los conceptos mentales y este ámbito se rige por principios de normatividad y racionalidad. Principios que no operan en el contexto de las explicaciones de las ciencias físicas (o ‘ciencias’, simplemente). Pedace valora, acertadamente, que el dualismo que genera Davidson no es aceptable bajo una perspectiva naturalista.

Situada en el naturalismo, Pedace aporta evidencias empíricas que contradicen la perspectiva davidsoniana.

En primer lugar, distingue entre tener creencias y tener la noción de creencias. Para ello, se apoya en el experimento de la falsa creencia que muestra cómo los niños antes de los cuatro años tienen creencias, pero no son capaces de distinguir las creencias propias de las ajenas, ya que no tienen la noción de creencia o, como se ha llamado en la literatura sobre el tema, no tienen “una teoría de la mente” (D. Premack y G. Woodruff).

A Davidson, instalado en el ámbito normativo y habiendo reconocido que no sabe qué interés puede tener una descripción científica de la mente, esta crítica no le hace mella. Como reconoce Pedace, el rechazo a una actitud “empíricamente responsable” solo importa si eres un naturalista. Además, si como Davidson mantiene, su teoría se refiere al adulto y a las propiedades intencionales de los estados mentales de los adultos, tampoco le afectarían las aportaciones de la psicología evolutiva. Ahora bien, en ningún caso muestra interés por explicar cómo emergen esas propiedades en el adulto. Asunto que no es baladí.

En segundo lugar, Pedace critica que todo hablante sea un intérprete. A partir de casos de autistas severos que parecen hablantes competentes pero que no han superado el experimento de la falsa creencia concluye que la identidad hablante-intérprete no siempre se sostiene, tal y como supone Davidson.

La conclusión del artículo de Pedace, que yo suscribo, es que los análisis conceptuales que se mantienen al margen de las investigaciones científicas, aunque puedan ser internamente coherentes, son castillos de naipes enfrentados a la evidencia científica. Así la cuestión sería ¿con qué vía de investigación nos quedamos: con el relato mítico o con la vía empíricamente comprometida? Yo no tengo duda.


*Rosario Hernández Borges es licenciada y doctora en Filosofía por la Universidad de La Laguna. En la actualidad es profesora contratada doctor del área de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la ULL.

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